Análisis
03/02/2003
CORRE O SE ENCARAMA
Manuel Felipe Sierra
Sólo faltaba la prueba inapelable de la voluntad popular. "El firmazo" del pasado domingo ratifica la acelerada deslegitimación del mandato de Chávez. Desde el 10 de diciembre del 2001, cuando la conjunción de empresarios, obreros, partidos políticos y la sociedad civil provocó un robusto paro nacional se inició un proceso de movilización y protestas que ahora llama la atención del mundo entero.
El 2002 marcó un año singular en la historia venezolana. Cuatro paros generales- el último de los cuales todavía tiene expresiones críticas en áreas decisivas de la economía como la industria petrolera- iniciado el 2 de diciembre, y numerosas jornadas de masas en toda la nación que adquirieron mayor vigor mientras pasaba el tiempo y que determinaron entre otras cosas el abandono de la Presidencia de la República por Chávez y la cristalización de una severa fractura de la Fuerza Armada Nacional, tuvieron su desenlace en la multitudinaria jornada de hace apenas unas horas.
Esta puja entre la democracia y el autoritarismo deja lecciones irrepetibles. La emergencia de nuevos agentes de la sociedad civil que durante más de un año nunca abandonaron las calles en un ejercicio de sus derechos constitucionales y provocó la convocatoria del referéndum consultivo que el Consejo Nacional Electoral fijó para el 2 de febrero. Ello también hizo posible la facilitación del secretario general de la OEA César Gaviria y posteriormente el apoyo del Grupo de Países Amigos estimulado por el expresidente Jimmy Carter que coloca sobre la mesa de negociación, con el apoyo de la comunidad internacional, la necesidad de aplicar una fórmula que mediante la consulta electoral conjure una inédita crisis de gobernabilidad.
Mientras los factores democráticos pusieron en tensión sus fortalezas, Chávez aceleró, en cambio, los perfiles represivos de su proyecto. Desconoció la fuerza de la acción cívica; impulsó la costosa prostitución de la FAN al convertirla no solamente en una parcela de sus partidarios sino también en un instrumento de agresión política. Avanzó en la destrucción de PDVSA hasta los límites que sus ejecutivos y trabajadores se jugaron la carta de una incierta acción huelgaria. Profundizó la presión -ahora por la vía legislativa- contra los medios de comunicación; y uso no solo usa los instrumentos intimidatorios del Estado sino que financia y promueve bandas delictivas contra la oposición.
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