lunes, 27 de junio de 2011

DE LA CONCILIACIÓN

Análisis
17/04/2002

EL JUEGO

DE LA CONCILIACIÓN

Manuel Felipe Sierra


Los sucesos desencadenados del 11 de abril significan un estímulo a la honda convulsión política que vive el país desde hace varios meses.  Es verdad, que la salida del presidente Chávez no significaba el cese de la crisis de gobernabilidad ni el término de las causas que han generado un generalizado clima de incertidumbre nacional.  Pero implicaban, sin duda alguna, una pausa, un período de alivio, que adecuadamente administrados hubieran podido reencauzar el proceso democrático. El “vacío de poder” dejado por Chávez, no fue en verdad provocado por una típica conjura conspirativa ni por el desarrollo de un plan insurreccional.  De haber mediado ambas premisas la crisis no hubiese tenido el grotesco desenlace que tuvo.  Es evidente que una porción significativa del país consideraba y aún considera que la salida del mandatario supone un requisito indispensable para que las aguas institucionales retornen a su nivel.  Pero tampoco, de haberse estabilizado el gobierno provisorio de Carmona Estanga, se hubieran conjurado las severas dificultades que vive el país.  El regreso de Chávez (si bien para sus partidarios se contabiliza como una victoria y sin duda tiene un efecto expansivo en el tiempo en las expectativas chavistas) no introduce mayores cambios en un cuadro que luce terriblemente polarizado en términos sociales.  Sólo un cambio de rumbo en las orientaciones cardinales del gobierno podría ayudar en la dirección de crear las bases para un entendimiento nacional.  Chávez lo ha entendido de esta manera y de allí, el tono conciliador de sus más recientes alocuciones.  Pero hay razones más que suficientes para suponer que se trata de un simple manejo táctico o de una operación de corto aliento. 
No es la primera vez, que después de tormentas y tropiezos, el mandatario asegura encontrar el camino de las aproximaciones.  Para Chávez la conciliación tendría un costo excesivamente alto.  Implicaría revisar ángulos de su política económica, social e internacional y transmitir en consecuencia, una señal equívoca a los factores que le han servido de soporte y que, en buena medida, determinaron su retorno a la conducción del Estado.  Por supuesto, las condiciones han variado.  Después de lo ocurrido el 11 de abril y los días siguientes, Chávez no puede actuar solamente en el mundo de las maniobras políticas y las reacciones coyunturales.  Ya está más que comprobado – y de otras manera no se explican sus breves pero abruptas vacaciones - que la mayoría del país no armoniza con las grandes coordenadas del proyecto bolivariano.  En este sentido, la oposición también tiene una alta responsabilidad.  Las fallidas experiencias de conciliación anunciadas anteriormente por Chávez no pueden ser la medida para la conducta opositora en este momento.  Descartar como demagógica y oportunista la exhortación presidencial al diálogo, significaría desconocer también que desde la semana pasada se han registrado reacomodos y cambios de indudable envergadura.  Sólo el tiempo demostrará si se trata de un nuevo recurso distraccionista o de un propósito de enmienda firme y consistente.  Pero mientras tanto, la confrontación que vive el país – y que ya tuvo una alta cosecha de muertos y heridos- seguirá madurando en las entrañas de la sociedad y amenazando la estabilidad democrática.

No hay comentarios:

Publicar un comentario