lunes, 27 de junio de 2011

TIEMPO DE PESIMISMO

Análisis

03/05/2002
TIEMPO DE PESIMISMO

Manuel Felipe Sierra

La creencia generalizada, en el sentido de que el llamado a la conciliación formulado por el presidente Chávez después de los episodios de la segunda semana de abril, más que un efectivo propósito de enmienda constituye una operación distraccionista parece plenamente confirmada por los hechos.  Es cierto, que el presidente Chávez dio un paso importante en la dirección prometida con la solución del conflicto de PDVSA  y el  mejoramiento de las relaciones con la Iglesia.   Es también evidente que el nuevo Vicepresidente de la República, José Vicente Rangel, ha iniciado una serie de entrevistas y contactos con representantes de los medios de comunicación, dirigentes empresariales, sindicales, gobernadores y alcaldes, con el propósito de abrir un nuevo espacio para las aproximaciones y coincidencias con estos sectores claves en la vida del país.  Pero hasta allí solamente.  A casi un mes de los hechos  no se perciben rectificaciones de fondo, sino que más bien las acciones más recientes del gobierno tienden a reforzar las causas que originaron un asfixiante clima de ingobernabilidad.  La remodelación del equipo ministerial, que se hará de manera progresiva según anunció el propio Chávez, no  estimula mayores expectativas, por cuanto se trataría de enroques y rotación de cargos entre los miembros del alto gobierno, sin que ello suponga un real interés en cambiar el rumbo de las políticas económicas y sociales.  La Comisión Nacional del Diálogo no incluye representaciones de la CTV ni Fedecámaras.  Como es obvio, sin la presencia de estos factores – que en los últimos meses han demostrado vitalidad y capacidad de convocatoria – no es posible pensar en una modificación de la tensa atmósfera política.  Al mismo tiempo, Chávez insiste en exonerar de culpas a los círculos bolivarianos, que después de protagonizar los costosos incidentes del 13 y 14 de abril, actúan ahora con manifiesta impunidad no sólo en los lugares tradicionales, sino a lo largo y ancho del país.  El nacimiento defectuoso de la Comisión de la Verdad y el show al que se han reducido las interpelaciones de los principales testigos claves de lo ocurrido el 11 del mes pasado, no auguran resultados capaces de arrojar luz sobre las circunstancias que rodearon a estos hechos, sino que, por el contrario, refuerzan la matriz de opinión que considera a la Asamblea Nacional como un organismo tan desprestigiado y deficiente como los congresos nacionales anteriores y como refugio de la politiquería tradicional. Como es lógico, sino cristaliza un verdadero golpe de timón, la crisis del país asumirá cada día mayores niveles de conflictividad. 
¿Una actitud de pesimismo patológico?. ¿Inexorablemente tienden a repetirse “vacíos de poder” como el que originó la salida por 48 horas del mandatario de Miraflores?.  En una evaluación fría, las respuestas tendrían que ser afirmativas.  Además, la complicación de estos hechos se desarrolla sobre la base de una situación económica cuyo principal rasgo es la paralización de la actividad productiva con su natural secuela de desinversión y desempleo.

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