Análisis
28/01/2003
EL FIRMAZO
Manuel Felipe Sierra
Ciertamente, no lo quiere y tratará de evitarlo a toda costa. Pero Chávez tendrá que contarse como la salida no sólo a una crisis de gobernabilidad agravada en extremo sino también para afrontar el enorme peso de la hecatombe económica y social que se avecina. En este sentido, el proyecto autoritario y neodictatorial en marcha encuentra dos obstáculos infranqueables.
En el orden interno, la creciente resistencia de la mayoría de los venezolanos a su mandato. Seguramente, desde el gobierno se pensó que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia que suspendió el referéndum consultivo del 2 de febrero y la manipulación mediante la cual el oficialismo trató de confiscar la significación democrática del 23 de enero de 1958, tendrían un efecto depresivo en las fuerzas que durante casi dos meses, mantienen la paralización de ramas estratégicas de la economía y protagonizan una inédita demostración de civismo.
Pero después de la multitudinaria vigilia de más de 24 horas el pasado fin de semana en la autopista Francisco Fajardo y las expresiones populares similares en las principales ciudades, no cabe la menor duda que existe una voluntad mayoritaria de la población en busca de un desenlace a la emergencia nacional por la vía electoral. La activación de propuestas como la Enmienda Constitucional con recorte del periodo presidencial, el referéndum revocatorio consensuados para el 19 de agosto o el llamado a una Constituyente, mediante la jornada del “firmazo” (un referéndum alternativo) previsto para el próximo domingo, suponen estímulos para incrementar la movilización colectiva.
Si alguna lección se deriva del paro cívico, o mejor dicho, de la protesta cívica que comenzó el 2 de diciembre, es la emergencia en la escena política de agentes sociales con extraordinario vigor y fuerza suficiente para contrapesar con creces los planes autocráticos que definen el proceso bolivariano. El paro -que se le escapó de las manos al gobierno y a sus promotores- es un indicador demasiado elocuente que la conciencia democrática de la nación es superior a las pretensiones hegemónicas de un gobernante.
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