Análisis
13/02/2003
EL TERCER
LADO
Manuel Felipe Sierra
William Ury, famoso por sus manuales de autoayuda gerencial, está de nuevo en Caracas. Ahora, es obvio, invitado cordialmente por el gobierno. Por ello no es casual que su primera reunión haya sido con el Vicepresidente Ejecutivo de la República, José Vicente Rangel. Ury es ampliamente conocido, bajo la sombra académica de Harvard, por dictar cursos y conferencias para superar conflictos y solventar diferencias en el ámbito comercial.
No obstante, su presentación publicitaria lo relaciona con intermediación en confrontaciones bélicas (hechos que tienen mucho mas que ver con los procesos históricos que con los desencuentros propios de los negocios), lo cual no impide que sean interesantes sus propuestas aunque no, necesariamente, novedosas como la subrayada tesis del “tercer lado”.
Ury es contratado, dentro del esquema que viene manejando el gobierno, según el cual, Venezuela está envuelta en una insalvable conflagración, en una escalada de violencia que se emparenta con las experiencias clásicas de las guerras civiles latinoamericanas. Nada más distante de la realidad. Después de tres meses en Venezuela, el secretario general de la OEA, César Gaviria, (quién no sólo ejerce una representación formal y legitima para la facilitación y que tiene seguramente, un olfato político más desarrollado que el huésped oficial) ha debido digerir que la crisis política -en el horizonte económico se presagia una hecatombe-tiene unos rasgos que no pueden encontrarse en recientes hechos en la escena continental.
En Venezuela no existen dos bandos que se disputan el monopolio de la violencia. Hay, ciertamente, una creciente y ya insostenible confrontación política y social que se da en un marco excepcional. Las guerras implican una medición de fuerzas armadas entre dos actores. En el país el asunto es otro. Se trata del empeño de un gobierno en imponer un modelo neodictatorial apelando a todos los medios y recursos posibles.
Es el gobierno el que utiliza los factores naturales de represión (organismos de inteligencia, las policías políticas y en este caso a la Fuerza Armada Nacional) para confrontar a una población que ha hecho de la democracia una forma de vivir.
Y es ese mismo gobierno el que utiliza los mecanismos alternativos -que en todas partes son recursos propios de la oposición para enfrentar al Estado- en un esfuerzo por reforzar en este caso un proyecto directamente opuesto a la cultura democrática. Ello explica por qué el diálogo en boca de los voceros oficiales es simplemente una trampa para ganar tiempo. ¿Tenía sentido el llamado a la negociación después del 11 de abril del año 2002 sin reconocer a la CTV y Fedecámaras como interlocutores válidos? ¿Cuáles son los resultados después de tres meses de la Mesa de Negociaciones y Acuerdos? ¿Por qué la descalificación de hecho a la integración del Grupo de Países Amigos? ¿Por qué la burla sangrienta de Chávez a las propuestas de Jimmy Carter?
Ello por supuesto hace, que cada día cobre mayor fuerza una certera percepción internacional sobre el “Caso Venezuela”. Las recientes declaraciones del canciller brasileño Celso Amorin y del mandatario ecuatoriano Lucio Gutiérrez marcando distancia en relación a Chávez, son señales contundentes del aislamiento internacional que amenaza al régimen. ¿Si Gaviria no ha podido avanzar, con el apoyo de la comunidad internacional, en procura de una salida democrática, electoral y constitucional a la ingobernabilidad del país es posible que lo logren los inocentes consejos del señor Ury?.
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