Análisis
11/06/2002
LA RENUNCIA
Manuel Felipe Sierra
A dos meses de los sucesos del 11 de abril los resultados son demasiados obvios. La crisis militar ha cobrado un sesgo cada vez más inquietante. La posibilidad del diálogo se frustró ante la negativa del gobierno a escoger a los verdaderos interlocutores para recomponer la convivencia democrática. La situación económica –como lo revelan los más recientes informes del Banco Central- se torna crítica en exceso, a pesar de las tibias medidas anunciadas por los nuevos miembros del Gabinete Económico. Los signos de la violencia interna son cada vez más acentuados a partir del fortalecimiento, incluso por la vía financiera, de los círculos bolivarianos y la inevitable respuesta que supone la radicalización de la sociedad civil. Como lo revela la opinión mayoritaria de la encuesta “Termómetro” en un contexto democrático convencional Hugo Chávez habría facilitado una salida mediante su renuncia. No obstante, la tendencia dominante del gobierno es a profundizar un proceso sobre bases supuestamente revolucionarias que se ha convertido en un simple ejercicio retórico. Si el 11 de abril fuera culminación de una etapa de confrontación social y malestar castrense, dos meses después la situación se hace virtualmente insostenible, lo que aproxima, incluso, la posibilidad de una intermediación de organismos internacionales como una manera – cuya eficacia se ha comprobado en otros países – de restablecer las bases mínimas para la estabilidad democrática. No es de extrañar entonces, que el país viva una terrible crispación ante la amenaza de nuevas salidas de fuerza y la generalización de la violencia. Nunca antes existió un horizonte tan complejo y difícil para la institucionalidad venezolana. Más que las claves para el análisis racional la realidad de estos días estimula la tendencia a las especulaciones astrológicas.
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