Análisis
10/03/2003
TERRORISMO SEGÚN CHAVEZ
Manuel Felipe Sierra
El canciller Roy Chaderton, en Bogotá y azotado por el ruido de un masivo cacerolazo, declaró que "Venezuela no calificará como terroristas a las guerrillas colombianas, por considerarlo una intromisión en asuntos internos". El funcionario no podía hacer otra cosa. Esa es la visión de Chávez sobre el conflicto que desde hace más de cincuenta años ha envuelto en las llamas de la violencia al país vecino.
Se explica, porque Chávez tiene una percepción primitiva de la revolución. Para él en el caso de Colombia se trata de combatientes que luchan por la "liberación nacional". En propiedad, los grupos armados que operan en la frontera y que vulneran la soberanía territorial, tuvieron un origen en la insurgencia activa de los liberales luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Es cierto, que también los movimientos guerrilleros no sólo las FARC y el ELN- sino las acciones del grupo comandado por el sacerdote Camilo Torres, y el M-19 promovido por intelectuales de clase media, se inscribieron dentro de la estrategia de subversión financiada por La Habana en los años setenta y ochenta.
Pero hoy han cambiado de piel. Desde hace unos años su sobrevivencia pasa por la vinculación con la industria del secuestro y el narcotráfico. Despojados de toda sustancia revolucionaria y sin apoyatura ideológica alguna, los irregulares que emblematiza Tirofijo, representan uno de los pilares de la trilogía que define la guerra en esa nación.
Escapar de la calificación de "terrorista" después del 11 de septiembre del 2001, cuando el mundo entero se puso en marcha ante la ofensiva de sus organizaciones clandestinas (que operan a despecho de países e ideologías) no es posible emparentar la violencia revolucionaria con las operaciones desalmadas de los grupos terroristas. Frente a ello se plantea una postura dilemática: una estrategia política es una cosa y las operaciones criminales, que ya tienen expresiones concretas en Venezuela, es otra.
Ante este hecho no caben posiciones intermedias. La declaración de Chaderton se comprende también, porque la viabilidad del "proyecto bolivariano" supone una abierta benevolencia frente a las guerrillas vecinas. Ello no es nada nuevo. Es cierto, que por razones geográficas, sociales y económicas los grupos en armas en Colombia han hecho del país un aliviadero y una zona de retaguardia. Pero los gobiernos democráticos siempre privilegiaron la protección de las zonas fronterizas. Con Chávez -porque su proyecto se inserta en el viejo y fallido esquema de la "guerrilla continental"- la victoria de Lula en Brasil, Lucio Gutiérrez en Ecuador y la creciente tensión política en Bolivia, abren nuevas perspectivas para la expansión del "proceso bolivariano".
Chaderton, ayer, leyó el verdadero libreto. El domingo, el mandatario había -de manera ambigua- condenado la presencia de agentes de la FARC y el ELN en Venezuela. Pero la línea verdadera, la política oficial es la anunciada por su ministro. Es decir, Venezuela no compartirá la lucha del mundo entero contra el terrorismo. ¿Ello supone que no se suscribirán acciones internacionales contra Al Qaeda y la Eta? Es curioso que las declaraciones del funcionario se produzcan, justamente, cuando el Grupo de Países Amigos, procura en Brasilia buscar una salida a la ingobernabilidad venezolana. Y lo es más aún, cuando Chaderton en el mismo acto, acusa a la ministra de la defensa de Colombia, Marta Lucia Ramírez "que cuando está de buen humor nos ve a los venezolanos como rivales y cuando está de mal humor nos ve como enemigos". ¿Esto no es acaso un acto de intromisión en la política de ese país? De lo que no cabe la menor duda, es que nuestro Canciller siempre suele estar de buen humor.
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