sábado, 9 de julio de 2011

CARMONA NO ES CHINO

Análisis

CARMONA NO ES CHINO
26/05/2002
Manuel Felipe Sierra

No deberían existir razones para que el Gobierno de Colombia niegue el asilo Pedro Carmona Estanga. Los argumentos son claros y abundantes. Ciertamente, Carmona  aprovechó una situación de vacío de poder o la oportunidad ofrecida por un torpe y absurdo golpe de Estado, para asumir la Presidencia de la República. Y lo hizo de manera incompleta. Ni siquiera pudo anunciar la integración de su equipo ministerial ni conformar los mandos  militares.
 Al primer reclamo  del Comandante en Jefe del Ejército general de División Efraín Vásquez Velasco  (era miembro del Alto Mando de Chávez) modificó el decreto que establecía las bases de una fugaz monarquía y renunció a favor de la juramentación del vicepresidente Diosdado Cabello ante el presidente de la Asamblea Nacional William Lara, en otro acto confesamente ilegal.


Carmona debió ser sometido a un juicio porque -al margen de las  circunstancias caricaturescas de los hechos del 11 de abril- usurpó funciones y ocupó el solio presidencial, sorpresivamente abandonado por quién debía preservarlo por mandato popular. Pero allí está el detalle. ¿Sólo Carmona fue  responsable de este misterioso episodio? ¿No tienen también iguales  responsabilidades quienes se hicieron solidarios con la acción? ¿Entre quienes refrendaron el acta de juramentación no se encontraban acaso los más conspicuos representantes de la Iglesia y de los sectores económicos y sociales? ¿Tiene fortaleza el gobierno para abrir una investigación y establecer  sanciones  penales  contra quienes representan hoy en día, en el menor de los  casos, la mitad de la Nación?

Está de por medio también la  cuestión militar. Carmona no llegó a Miraflores como un desprevenido transeúnte. Antes habían ocurrido los pronunciamientos de oficiales de  los componentes armados y además, ya  el actual ministro de la Defensa, general en jefe Lucas Rincón había anunciado la renuncia del mandatario. Salvo algunas medidas preventivas de vigilancia domiciliaría, los jefes militares de la curiosa asonada, siguen ejerciendo un público protagonismo en la ronda de interpelaciones en  la Asamblea Nacional. Ello se explica por una simple razón: la fractura de la FAN es de tal magnitud, y los enfrentamientos entre la alta jerarquía  asumen tales proporciones, que los oficiales acusados de golpistas aún tienen influencia en sectores decisivos del estamento castrense. De allí la frágil jefatura de Rincón y la peligrosa erosión de la disciplina  en la institución.

En la decisión de Camona debió pesar el estado de indefensión que vive el ciudadano ante la crisis de la justicia. ¿Cómo se puede creer en unas instituciones cuyos titulares (como  el caso del  Fiscal General de la República) renuncian a su papel como representantes de la colectividad para entregarse a los intereses de una  minoría oficialista fanatizada? ¿Hasta dónde la falta de un contrapeso eficiente de los poderes públicos no está colocando a la democracia ante  una de sus más dramáticas encrucijadas?
Al solicitar el asilo, Carmona procedió conforme a una vieja tradición democrática. Al fin y al cabo,  sobre él no gravitan acusaciones de genocidio ni de pulverización de los dineros públicos. Es posible que la tarde del jueves, cuando llegó a la residencia del embajador colombiano, el ex presidente de Fedecámaras temiera protagonizar la triste historia “del chinito de Recadi”.

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