sábado, 9 de julio de 2011

EL FALSO CAMBIO

Análisis

EL FALSO  CAMBIO
27/04/2002
Manuel Felipe sierra

Cuando el presidente de la Asamblea Nacional, William Lara, considera que es conveniente el “refrescamiento” del equipo ministerial, podría interpretarse que se trata de una decisión ya tomada en Miraflores. La remodelación del Gobierno es una respuesta obvia u urgente después de los trágicos episodios de hace tres semanas. Sin embargo, un cambio de rumbo o una rectificación en las líneas generales del proyecto bolivariano.
Pocos gobiernos han conocido una mayor rotación ministerial que el presidido por Chávez. En tres años, por ejemplo, se han sucedido cuatro ministros de finanzas han pasado cinco titulares, sin mencionar los despidos abrupto y recurrentes que suelen ocurrir en el máximo nivel. No obstante, en materia de política interna se mantuvieron inalterables las líneas originales del proceso, salvo la “radicalización” observada en los últimos meses con la gestión de Rodríguez Chapín, la cual exacerbó el clima de agresividad que desemboco en la masacre del 11 de a abril.

En materia económica se han desempeñado cinco ministros con diversas visiones: Maritza Izaguirre, vinculada a los esquemas multilaterales; José Rojas, con una tendencia mucho más pragmáticas; Nelson Merentes, con fama de eficaz hacedor de ejercicios matemáticos; el general Francisco Usón, inclinado hacia las disciplinas contables; y el nuevo ministro, Jesús Bermúdez, quien accede por la vía del ascenso burocrático. Pero, en definitiva, todos ellos han estado bajo el rígido pensamiento del superministro de Planificación, Jorge Giodani.
En cualquier democracia, después de suceder como los que acontecieron recientemente, un equipo de gobierno se enfrenta al compromiso moral de la renuncia colectiva. Pero aunque los ministros hubiesen reaccionado de esa manera, tampoco hubiera pasado nada. La reestructuración de gabinetes es un recurso usual en las democracias para marcar virajes de políticas y anunciar nuevas definiciones, pero para el gobierno chavista (con una inequívoca orientación personalistas y arbitraria) una decisión como esta tiene una importancia sumamente relativa.
Si Chávez quiere transmitir la sensación de una rectificación sustancial tendría que ampliar su gobierno con nuevas fuerzas y actores, la mayoría de los cuales postulan una política opositora; y tendría que comprometer la colaboración de venezolanos independientes de reconocida credibilidad, lo cual no es nada fácil, conocido el estilo presidencial de colocar a sus ministros en el mismo lugar que ocupan las obras decorativas; y por la novedosa forma de destituirlo mediante simples anuncios televisivos.
Pero existe, además, un problema de fondo: si se produce un cambio de esta envergadura, ello implicaría, en algunas medidas, la negación de la “revolución democrática”, que sólo tendría sentido en la medida en que haga visible en cada uno de sus actos la ruptura con el pasado. Por eso, la oposición no debería abrigar muchas ilusiones con el anuncio de una refacción ministerial. Ello, sin duda, responde a una demanda generalizada de la opinión pública, pero e ningún caso comportaría un signo alentador hacia la apertura de nuevos caminos capaces de supera un cuadro que cada día se encamina hacía una mayor conflictividad e ingobernabilidad.     

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