miércoles, 13 de julio de 2011

COMPLEJO DE CULPA

Análisis
03/04/2002
COMPLEJO DE CULPA

Manuel Felipe Sierra


El presidente Chávez terció en el desmentido al informe del mayor general colombiano Martín Carreño, quien sostiene que el grupo de guerrilleros que atacó hace dos semanas, a sus soldados en Tibú y La Gabarra en el Norte de Santander, procedía de territorio venezolano.  El día antes, el general en jefe Lucas Rincón, había rechazado la intención de “etiquetar a Venezuela como terrorista”.  Rodeado de mapas y gráficos de batalla, Rincón se hizo acompañar por los ministros de la Defensa José Vicente Rangel, del Interior y Justicia Ramón Rodríguez Chacín, de Relaciones Exteriores Luis Alfonso Dávila y los comandantes de los componentes militares respectivos, en la sede del Teatro de Operaciones número 2, en La Fría, estado Mérida.


¿Merecía la apreciación de un oficial de frontera la respuesta, del jefe del Estado y de una delegación tan calificada?.  ¿Pone ello término a las denuncias – en los últimos días sobradamente repetidas – sobre las incursiones de las FARC, el ELN y los paramilitares en poblaciones venezolanas?. 

Las relaciones entre Caracas y Bogotá han vivido dos momentos claves.  Al inicio del mandato chavista, con el respetable argumento de que era necesario limpiar las áreas fronterizas de secuestros y extorsiones, se abrió una permisiva política de acercamiento con las FARC y el ELN.  Fueron los tiempos cuando Chávez concedió a las guerrillas la categoría de “fuerza beligerante” y definió la actitud venezolana como “neutral”. Cuando Pastrana suspendió abruptamente un encuentro presidencial en Cúcuta y cuando ambos gobernantes cruzaron frases fuera de protocolo en una reunión en Panamá.

En los últimos meses – y de manera notoria después del 11 de septiembre – se ha producido una modificación, al menos retórica, de la posición venezolana.  Chávez (aunque se niega a calificar a los grupos guerrilleros y paramilitares como terroristas) ofreció su apoyo al cese del diálogo de paz y a la fase militar del Plan Colombia con la ayuda, por ahora logística, de Estados Unidos. 

No obstante, este hecho no significa que el territorio venezolano dejó de ser zona de alivio o retaguardia para guerrilleros y paramilitares.  ¿Si lo fue en la etapa de un conflicto de menor intensidad qué puede decirse ahora, cuando se trata de una lucha frontal?.  Hasta ahora nadie ha dicho que los guerrilleros y paramilitares actúen contra los venezolanos, ni que cuenten, necesariamente, con el visto bueno del gobierno.  Sino que por razones de proximidad geográfica más que comprensible y si se quiere por necesidad de un simple espacio físico, es imposible blindar una frontera tan vasta de la presencia de irregulares. 

La respuesta y los ataques de Chávez, los mensajes de Rincón y de los otros altos funcionarios sobre el incidente –evidentemente magnificado - hubiera sido más creíble si se comienza por admitir que es perfectamente posible que el territorio venezolano se convierta en escenario adicional del conflicto.  Era más pertinente y razonable acentuar el llamado a las fuerzas armadas colombiana para estrechar la colaboración entre ambos países en la lucha antiguerrillera.  Pero en las palabras encendidas de Chávez, en el tono de voz de Rincón y en la actitud defensiva de sus colegas ministros, privó mucho más eso que popularmente se llama complejo de culpa.              

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