Análisis
04/03/2002
EL PACTO CELESTIAL
Manuel Felipe Sierra
El acuerdo de gobernabilidad que presentarán la CTV, Fedecámaras y la Iglesia es un supremo acto de inocencia. Una iniciativa no sólo utópica sino infantil. Suponer que el gobierno discutirá las líneas de un documento promovido por estos sectores, es para decir lo menos, una visión alejada de la realidad. El gobierno desarrolla un proyecto - que es alimentado por los pasos en falso de los factores que se le oponen – que no consulta ni consultará propuestas de esta naturaleza.
Para los voceros del gobierno no hay crisis de gobernabilidad. El proceso bolivariano marcha sobre rieles. Lo que se llama oposición es una referencia débil y fragmentada. No hay crisis económica y los desequilibrios que obligarón a la flotación del dólar están desapareciendo al conjuro de medidas milagrosas. Mientras tanto, la pobreza disminuye a juzgar por las cifras de organismos internacionales.
Todo ello se explica como resultado de una revolución que no concibe anclaje en fuerzas tradicionales de la sociedad y que postula una política de corte absoluto con el pasado y sus instituciones. Tan es así, que el propio Chávez ha llegado al extremo de confesar que “Venezuela puede vivir sin petróleo”
A la petición de cambio del Gabinete Económico la respuesta fue la designación del general Francisco Usón, conocido por su rigidez en atender las demandas de recursos para las regiones. Frente a las amenazas de conflictividad social, agravadas por la decisión de no aumentar los salarios del sector público, se juega la carta de María Cristina Iglesias, dirigente del ala radical del PPT. ¿Con el nombramiento de la nueva junta directiva de PDVSA acaso Chávez no sabía que estaba colocando un artefacto de alto poder explosivo en la industria petrolera?. ¿No son suficientes las declaraciones del ministro del Interior y Justicia Ramón Rodríguez Chacín sobre la necesidad de “endurecer el proceso”?. ¿A que obedece el desplazamiento y la persecución del ala moderada del MVR encabezada por Miquilena?.
Las fuerzas que llaman a la gobernabilidad si bien coinciden (al igual que la sociedad civil y los partidos políticos) en reforzar el sistema democrático y prevenir las tendencias autoritarias defienden intereses en algunos casos contrapuestos. La Iglesia no es un agente político activo, lo cual no es óbice para que el Cardenal Velazco confiese que dos mejillas son pocas para soportar la iracundia presidencial. Pero, al fin y al cabo, uno de los mandatos cristiano es el de redimir a los pecadores. La CTV y Fedecámaras, en cambio, están obligadas a satisfacer las exigencias de sus miembros y afiliados, en unas circunstancias terriblemente difíciles para los trabajadores y los empresarios.
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