HISTORIA EN DOS TIEMPOS
03/07/2002
Manuel Felipe Sierra
El 14 de marzo de 1946 nace el Banco Unión. Un grupo de empresarios, encabezados por Salvador Salvatierra, emprendieron la tarea de incursionar en el mundo financiero. Fue una apuesta en tiempos de incertidumbre, pero también propicios para el optimismo en un país que vivía el tránsito de la vida rural hacia una sociedad urbana. En todo caso era un compromiso con el futuro y enmarcado en una etapa de cambios.
En el orden político, se ensayaba la experiencia democrática liderada por Rómulo Betancourt. Nacían los modernos partidos. El ciudadano venezolano lograba, por primera vez, después de largas etapas de despotismo, el acceso al ejercicio de la democracia mediante el voto universal y directo. Las organizaciones sindicales y empresariales cobraban una fisonomía organizativa hasta entonces inédita. El mundo despertaba de la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial.
Los fundadores del nuevo banco, asumieron si se quiere, una filosofía simple: otorgar créditos a empresarios de la ciudad y del campo para que la industria nacional se sobrepusiera al acoso asfixiante de las importaciones.
En la década de los cincuenta, el banco Unión se convierte, no sólo en un logotipo de la historia financiera venezolana, sino en el instrumento capaz de ofrecer posibilidades y estímulos a cientos de miles de europeos que bordeaban las costas venezolanas. Es conocida la anécdota, según la cual, cuando italianos, españoles y portugueses eran recibidos en el Litoral se les ponía en la mano una cuenta de ahorro, alo mejor irresponsable del banco Unión, para facilitarle la aventura para “hacer la América”. En otras palabras, el banco no era un simple instrumento financiero, sino mucho más que eso: una palanca dispuesta a contribuir para perfilar el horizonte de una Venezuela, que entonces, se orientaba hacia niveles irreversibles de desarrollo y de bienestar social.
El país, sufrió una transformación dramática durante la década de los años cincuenta, en camino hacia su modernización. En ella como testigo de excepción, hay que ubicar al banco Unión. La institución no sólo era una concepción egoísta del negocio financiero, sino una posibilidad para el monitoreo del proceso de desarrollo y de transformaciones, de una nación que todavía no podía pronosticar un horizonte despejado de interrogantes.
¿Qué casualidad?. La historia del banco Unión se vincula décadas después – en los años noventa - con el nacimiento del banco Banesco. Entonces, el panorama era otro. Venezuela navegaba con vientos desconocidos pero en todo caso auspiciosos. De una Bolsa de Valores de Caracas que tenía el mismo nombre y promovida por Juan Carlos Escotet, alumbró una organización financiera que se propuso resumir y expresar las tendencias de la modernidad en un mundo envuelto en las complicaciones de la globalización. Ese es el origen y la explicación de una referencia financiera con incuestionable peso en la vida venezolana, qué como hace más de cincuenta años, todavía desentraña su existencia en las sombras del futuro.
Como el producto de un esfuerzo sostenido de dos años los bancos Unión y Banesco, después de su fusión con Caja Familia, lanzan Unibanca.
Se trata en todo caso, de registrar los cambios sustantivos y vitales ocurridos en Venezuela. El país que vio procrear el esfuerzo de Salvatierra –ya lejano en el tiempo- se convierte en una organización, que al margen de las consideraciones técnicas, refleja en todo caso (casi con precisión fotográfica) la aparición de dos países, que en definitiva son el mismo: el que procura la reafirmación de la democracia como sistema y que la participación del ciudadano se traduzca en una concreción comercial optimista y promisoria.
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