sábado, 9 de julio de 2011

LA DECISION INEVITABLE

Análisis

LA DECISION  INEVITABLE
23/07/2002
Manuel Felipe Sierra

La creación de una Oficina de Iniciativa de Transición por el Gobierno de Estados Unidos en el país, en una primera lectura constituye, sin duda, un acto intervencionista que daña nuestra soberanía. Todas las misiones diplomáticas mantienen oficinas de seguimientos políticos de los países donde están acreditadas. Pero ahora se confirma, en un comunicado de la Embajada estadounidense en Caracas, tiene una finalidad distinta: contribuir por la vía unilateral a mejorar un cuadro de enfrentamiento interno que no ofrece otro horizonte que el de la violencia.
Ello se explica como resultado de una política mundial (suscrita formalmente por el Gobierno venezolano) de apoyo y fortalecimiento de la democracia. La decisión de Washington era inevitable. El presidente George W. Bush, el secretario de estado Colin Powell, el jefe de la CIA George Tenet, el secretario adjunto de el secretario adjunto de Estado para el hemisferio Occidental Otto Reich y otros altos funcionarios –incluso antes del 11 de abril-, viene expresando su preocupación democrática del proyecto bolivariano.

Pero en el Gobierno se subestimo el hecho inusual de que el propio Powell asistiese a las conferencias de cancilleres de la OEA celebradas en Washington y Barbados y planteara la necesidad de una intermediación del organismo para restablecer los mecanismos de la convivencia democrática. El “Caso Venezuela”, como se sabe, es un tema prioritario de la diplomacia de Estados Unidos, al igual que el desarrollo del conflicto armado colombiano.
La respuesta del Gobierno venezolano -de alguna manera ingenua- fue tender una cortina de humo con la invitación en plan de intermediario al bondadoso ex presidente Jimmy Carter. El presidente Chávez y el vicepresidente Rangel saben que sobre las bases que ellos han definido para el diálogo es imposible que éste cristalice y que cada día se hacen más inviables las alternativas para un entendimiento nacional. Hace dos días, Carter (en una afirmación obviamente exagerada) señalo que no había conocido un país con una división política más grave que la que vive Venezuela.
El Gobierno no entendió, en su momento, que Estados Unidos había definido una política y diseñado una estrategia frente al proceso venezolano. Incluso, algunos voceros oficiales llegaron al desvarío de sostener que los modales del canciller Chaderton habían derretido la rudeza de Powell en Barbados. Por eso a persistido el manejo del doble discurso. ¿Qué ha ocurrido después del 11 de abril? Simplemente, que la revolución bolivariana ha acentuado su  carácter autoritario. ¿Es qué acaso la promoción, el estimulo y el financiamiento de los círculos bolivarianos no son signos contrarios a la democracia? ¿Es qué acaso la decisión -mecanografiada desde Miraflores- de poner en libertad a los tres indiciados por la masacre de El Silencio no colocan al régimen en el territorio de la impunidad? ¿Cómo interpretar la vergonzosa decisión del fiscal general Isaías Rodríguez de no inhibirse en las acciones intentadas contra el Presidente de la República, sino como concentración de poder abusiva e inaceptable? El presidente Chávez insiste en haber suyo el viejo dilema fidelista de “patria o muerte”. Hoy en día el dilema en le mundo es otro: democracia o autoritarismo.        

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