Publicado en el diario EL Nacional el 06/06/05
VENEZUELA O FIDEL
La
escogencia de Fidel Castro como padrino de la más reciente promoción del curso
de estado mayor, no sólo coloca una mancha de deshonra en los uniformes de
quienes tomaron la decisión, sino que desafía la dignidad nacional. Es un nuevo
paso en el proceso de acelerada fidelización. Sería un error concebir el
contubernio La
Habana-Caracas como un asunto meramente diplomático o de la
exclusiva responsabilidad de Chávez. La cesión deliberada de soberanía a la
dictadura cubana asume una suprema importancia que se convierte en un desafío
para los venezolanos.
Chávez
no recibió un mandato para reproducir en Venezuela un modelo que después de 46
años ha devenido en un sangriento anacronismo histórico. El gobernante fue
electo democráticamente para generar un cambio sobre la base del respeto de los
derechos humanos y el Estado de Derecho y no para instaurar tramposamente una
versión del fidelismo aderezada con las perversas fórmulas autocráticas de
Mugabe en Zimbabwe. Es lógico que existan convenios comerciales y de
cooperación entre los dos países. Se entiende, incluso, que la trasnochada
noción del socialismo que tiene el alto gobierno establezca una línea de
simpatía con lo que hoy es una tiranía crepuscular. Pero la importación de
agentes del G-2 para la reingeniería de los cuerpos policiales y de
inteligencia y para reconvertir las FAN en una milicia al servicio de un
proyecto militarista y mesiánico, comportan un acto contrario al más elemental
interés de la nación.
Hoy
en día, la injerencia fidelista es mayor en Venezuela que la que hubo en el
pasado en el Chile de Allende, la
Granada de Bishop y los diez años de la revolución sandinista
en Nicaragua. Que la señora Marta Harnecker trace las líneas de la revolución
venezolana en instalaciones militares; que el presidente de la Asamblea de Cuba, Ricardo
Alarcón, se permita dar clases de democracia, cuando ha sido un obsecuente
devoto del gobierno más cruel de América Latina; que algunos consejos de
ministros se realicen en el Palacio de la Revolución ; que Castro haga chistes sobre las
elecciones venezolanas y exalte la farsa plebiscitaria que suele montar para
engañar a los cubanos; que Venezuela instale una sucursal del Banco Industrial
en una nación sin sistema financiero que no estará sujeta a control ni
auditorías y que gracias a una oficina de PDVSA el régimen cubano se convierta
en exportador de petróleo; que las deplorables cartillas de la educación cubana
sean recitadas en las escuelas venezolanas y que Venezuela ponga en riesgo las
relaciones con Estados Unidos por la extradición de Posada Carriles para servir
de comparsa a uno de los shows de Castro frente al malecón habanero, son
razones más que suficientes para comprender que la fidelización es un problema
de mayor entidad y prioridad que los menudos cálculos electoreros y el
desbordamiento de pequeñas ambiciones que llenan la agenda de los partidos.
Ahora
es el momento de que sectores consecuentes de la oposición tomen la iniciativa
de iniciar una movilización que seguramente despertará el orgullo y la fibra
patriótica y si es posible, para activar el mecanismo de un referéndum
consultivo que permita a los ciudadanos decidir si asumen la democracia que le
ha sido tan cara o prefieren, en cambio, ser vasallos de una oprobiosa
dictadura foránea. Está en juego nada menos que el destino de la patria.
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