domingo, 30 de junio de 2013

Maracanazo II

El “Maracanazo” se inscribió en la historia del fútbol mundial el 16 de julio de 1950. Ese día se jugaba el partido final para la Copa del Mundo. 173.850 espectadores plenaban el estadio más moderno, inaugurado días antes para un duelo que finalmente habrían de protagonizar el equipo brasileño y la selección uruguaya. Si bien Brasil era el favorito, Uruguay no era de ninguna manera un adversario fácil de vencer. Había ganado la primera Copa del Mundo en 1930, sumaba ocho Copas de América y dos títulos olímpicos. El estilo limpio y preciso del equipo “charrúa” provocaba la admiración de los aficionados del mundo.  
El furor de los fanáticos y el clima alegre que se aspiraba en las calles de Río de Janeiro eran preludio de una segura victoria. Incluso los principales periódicos tenían impresas las primeras páginas y coincidían en el título: “Brasil Campeäo Mundial de Futebol 1950”. Las carrozas estaban preparadas para encabezar el “Carnaval de los festejos”, se habían vendido más de 500.000 camisetas y el estadio era decorado con pancartas que decían “Homenaje a los campeones del mundo”. 
Circulaban hasta monedas con los nombres de los futbolistas estrellas y una banda de músicos se preparaba para interpretar una marcha triunfal titulada “Brasil Campeäo”. El presidente de la FIFA, el francés Jules Rimet, llevaba en el bolsillo derecho de su saco un discurso a favor de los “campeones brasileños”, justamente escrito en portugués. 
El equipo uruguayo entró a la cancha anímicamente acorralado por el regocijo de la fanaticada. Su entrenador, Juan López Fontana, para evitar lo que parecía una derrota inevitable, diseñó un plan de juego a la defensiva. El capitán del equipo, Obdulio Varela, disintió y llamó a sus hombres a jugar con la mayor agresividad diciendo: “Muchachos, los de afuera son de palo, que comience la función”. La crónica deportiva recuerda que el juego comenzó a las 3:00 pm.y que a comienzos del segundo tiempo, el delantero brasileño Friaca anota el primer gol. 
Al minuto 21, el uruguayo Juan Alberto Schiaffino iguala el marcador y coloca el resultado 1-1. Aun así, parecía imposible la victoria uruguaya, pero al minuto 34 se produce otro ataque dirigido por Obdulio Varela y el balón llega a los pies de Edgardo Ghiggia, quien anota el segundo gol a favor de Uruguay, dejando el estadio en silencio. A los minutos, miles de fanáticos abandonan llorando el Maracaná, la banda traída para la ocasión no ejecutó la pieza que estaba programada, se cancelaron los preparativos de la celebración y se reportaron numerosos suicidios. Desde ese día, la palabra “Maracanazo” es un símbolo de derrota o desastre imprevisto para el prestigioso fútbol brasileño. 
Este miércoles 26 de junio, a un mes de cumplirse 63 años del “Maracanazo”, Brasil y Uruguay se midieron en el estadio Mineiräo en Belo Horizonte, en la semifinal de la Copa Confederaciones. Desde el 12 de junio hasta el 13 de julio de 2014 se celebrará la segunda Copa del Mundo en ese territorio, pero esta vez en circunstancias distintas. 
Hasta horas antes del partido, existía el riesgo de que éste fuera suspendido por la presión de miles de manifestantes. Incluso, la propia celebración de la competencia se puso en duda, teniendo que ser ratificada a última hora por el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ante los rumores de que podía buscarse otro destino como consecuencia de las revueltas populares que recorren las calles de las principales ciudades del país y que, entre otros reclamos, plantean la enorme erogación que implican la renovación de estadios y la preparación de la Copa del Mundo.  Más de 50 mil  brasileños “indignados” rodearon este día el estadio y anuncian nuevas acciones, incluyendo un paro nacional en un cuadro crítico de movilizaciones reivindicativas y políticas que servirán de marco al máximo evento del balompié. En el campo se produjo la revancha al revés, en este caso Brasil derrotó a Uruguay 2-1. Pero más allá de lo que ocurra en los próximos días, lo cierto es que emocionalmente los cariocas no pueden desprenderse del fantasma del “Maracanazo”.

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