MANDELA EN VENEZUELA
El
domingo 28 de julio de 1991 a
las 9:30 a.m., Nelson Mandela llegó al Aeropuerto de Valencia. Lo acompañaba su
segunda esposa Winnie Madizikela y el presidente Carlos Andrés Pérez. Era su segundo
día en el país para una visita de tres, procedente de La Habana como parte de una
gira que realizaba por Europa, El Caribe y América del Sur, visitando España,
Cuba, Venezuela, México y Brasil. De esta manera, daba respuesta a la inmensa
solidaridad que había recibido durante sus 27 años de prisión en la lucha
contra el apartheid. Un año antes, el
22 de febrero de 1990 logró finalmente la libertad, por obra de la presión
internacional. En Caracas, Pérez le ratificó el apoyo del pueblo y del gobierno
venezolano a sus heroicas luchas.
Condecorado
con la Orden
del Libertador, en grado Gran Cordón, dijo: “Venezuela merece un lugar muy
particular en nuestro corazón”. Todo estaba listo para el traslado al día
siguiente a la capital carabobeña, a una visita de 9 horas coordinada por
autoridades de la
Universidad de Carabobo y la Gobernación del
Estado, presidida por Henrique Salas Romer. ¿Por qué la visita a Valencia y no
a otras ciudades? Existía un antecedente. El 23 de mayo de 1988 cobró fuerza en
el mundo un movimiento en procura de la libertad de Nelson Rolihlahla Mandela,
de 70 años, de los cuales cumplía 25 en prisión confinado en Robben Island. En
Venezuela, Pérez realizaba la campaña para un segundo mandato y participaba en la Comisión Sur Sur, empeñada en
apoyar la causa del líder surafricano. El 23 de mayo de ese año el Consejo
Universitario de la
Universidad de Carabobo, presidido por el rector Gustavo Luis
Hidalgo Vitale con el voto unánime de sus miembros, le otorgó al prisionero en
tierras lejanas el título de Doctor Honoris Causa en un acto que se llevó a
cabo en el Teatro Municipal el 30 de julio siguiente. La medalla y el diploma
correspondientes fueron entregados a Bernard Magubane, su amigo muy cercano y
quien posteriormente fuera ministro durante su Presidencia.
El
sol valenciano abrazó a los visitantes aquel domingo, para el comienzo de una
agenda que incluía actos en el Teatro Municipal, Capitolio, almuerzo en su
honor, reuniones con profesores, actos en la Asamblea Legislativa ,
encuentro con el gobernador del estado, y presencia en un acto popular en la Plaza Bolívar. En el Teatro
Municipal se realizó la sesión académica y en las afueras, fue recibido por el movimiento
estudiantil y grupos musicales, entre ellos Los Tambores de San Millán.
Conmovido, Mandela se detuvo a saludarlos retrasando el acto y finalmente,
subió al podium bajo sonoros aplausos y un júbilo generalizado.
El
rector Hidalgo Vitale, según la crónica de Alfredo Fermín en El Carabobeño, expresó: “Los que amamos
la vida queremos el desarrollo del hombre sin los mendrugos del imperialismo,
sin la dolorosa decepción del totalitarismo, con la unión solidaria de
nosotros, el tercer mundo, pues somos expertos en problemas de sufrimiento”.
Carlos Andrés Pérez recordó que “mientras los negros y blancos no puedan
sentarse en los mismos pupitres de las universidades y de las escuelas, el apartheid seguirá vivo en Sudáfrica” y
enfatizó en que deben aplicarse las sanciones más fuertes contra un crimen que
ofende al género humano.
Mandela
respondió con un emotivo discurso que registra Hernán Lucena: “una verdadera
universidad consiste en garantizar la búsqueda de conocimientos de la manera
más sistemática y total que sea posible; ello debe incluir conocimientos que,
primero, nos armen con los hechos. Segundo, que amplíen nuestros horizontes
intelectuales. Tercero, que nos permitan un sentimiento y conocimiento sólido
de nuestras limitaciones y posibilidades. Cuarto, que nos ayuden a definir y
afirmar aquellos valores que mayormente aseguren el crecimiento armonioso, el
desarrollo y la autorrealización de cada individuo y de la humanidad entera.
Quinto, que nos liberen de todo sesgo o
prejuicio. Y sexto, que nos equipe con las maneras, con los medios que nos
permitan resolver toda una gama de problemas que van en contra de nuestra
búsqueda colectiva de libertad, democracia, paz, progreso y abundancia”. Y
concluyó: “…siempre recordaremos esta ocasión con gran emoción…los admiramos,
los respetamos y, sobre todo, los amamos”.
En
el acto siguiente, el gobernador Henrique Salas Romer le impuso al visitante la
condecoración “Sol de Carabobo” mediante el Decreto 404 y expresó que “Nelson
Mandela es un símbolo de libertad”. Y éste respondió según la nota de la
periodista Mélida Quenza que “desde que llegó al país, no sabe cuántas veces
tuvo el placer de decir que Venezuela es una fuente de fortaleza para su pueblo
y para él”. La Asamblea Legislativa ,
de mano de su presidente Gustavo Miranda, también le impuso la condecoración “Doctor
Miguel Peña”. Había sido una actividad intensa y altamente emotiva. A las 4:30
p.m., con camisa blanca manga larga llegó a la Plaza Bolívar de Valencia
repartiendo saludos y recibiendo expresiones de afecto. Allí dijo, recuerda
Fermín, “marchamos hacia la democracia y no hay fuerzas en el mundo que nos
detenga de esa meta…no hay ninguna duda, nuestro pueblo será libre...estamos
convencidos de obtener una victoria segura”.
A
punto de cumplir 95 años, desde hace dos semanas Madiba (título honorífico
otorgado por los ancianos del clan de Mandela) sobrevive en estado crítico como
consecuencia de una vieja afección pulmonar en el hospital de Pretoria. Miles
de sus partidarios, periodistas y fotógrafos del mundo entero esperan un
inminente desenlace. Esta semana en su gira africana, Barack Obama estuvo en
Sudáfrica y junto a su esposa y sus hijas, el presidente norteamericano
recorrió los oscuros calabozos donde Mandela dejó escrita su historia por la
libertad. Antes de partir, el mandatario dijo a la prensa: “Mandela ha sido mi
verdadera inspiración en la política”.
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