¿Qué hará Maduro?
Es cierto que en la medida que pasan los días (ya se cumplen 4 meses de la desaparición de Hugo Chávez) el gobierno de Nicolás Maduro o el “chavismo sin Chávez”, como también se le conoce, está enfrentado a una encrucijada: persiste en unas políticas que han fracasado y agravado el cuadro económico o produce rectificaciones verdaderas, más allá de la retórica y los buenos deseos.
El analista Armando Durán, señalaba que no se trata de un asunto de opciones, sino de una realidad insalvable. El disparo incontrolable de la inflación, la ineficiencia en resolver el tema de la asignación de divisas, el misterio que rodea las finanzas de Pdvsa y los recursos secuestrados en el Fonden, representan enormes obstáculos para la normalización de la economía. Como lo ha dicho el economista Francisco Faraco, más que decisiones puntuales, existe un problema de fondo: la reorientación de la industria y el ingreso petrolero. Si ello no ocurre (y obviamente un giro de esta naturaleza tiene un costo político en el seno del propio chavismo) los esfuerzos que realiza Maduro en otras áreas (lucha contra la inseguridad, fortalecimiento de las relaciones internacionales, acciones concretas contra la corrupción, etc.) están condenadas al fracaso.
¿Podrá Maduro asumir un reto de esta dimensión? ¿Está en su interés provocar un giro de las políticas económicas, como el que en su momento se dio en China con la apertura de Deng Xiaoping y en menor medida la que intenta en Cuba Raúl Castro? Estos reacomodos provocaron reacciones y resistencias muy fuertes en el seno de los partidos gobernantes. Es verdad que con Mao Tse Tung en vida, las aperturas hacia formas capitalistas de la economía china no se hubieran aplicado fácilmente. Pero también es verdad que los cambios prometidos por Raúl Castro en Cuba, han sido lentos y penosamente graduales porque todavía pesa demasiado la leyenda y la épica que encarna su hermano Fidel Castro con vida.
En el caso venezolano (como suele ocurrir en todas las transiciones) Maduro tendría el territorio despejado para estos virajes, toda vez que ya la influencia decisiva del liderazgo de Chávez no exista. Sin embargo, en hombres como Maduro, formados en la militancia revolucionaria y marxista aderezada por la leyenda del castrismo, no es fácil asumir retos que de alguna manera puedan ser interpretados como un cambio de rumbo o simplemente como una traición a valores y concepciones que se consideran vinculados al sueño revolucionario.
No obstante, en el seno del chavismo conviven sectores anclados en una vieja visión revolucionaria que resentirían la aplicación de medidas de esta naturaleza. Son los grupos que llegaron a esa alianza como remanentes de la lucha armada de los años 60 y que consecuentes con el planteamiento del propio Chávez, asumen el “proceso” como una reivindicación moral, principista, innegociable y ajena al pragmatismo consustancial del manejo político. Un planteamiento que desconoce las nuevas realidades del mundo y en especial de América Latina, donde se están dando procesos como la negociación de las FARC y el gobierno de Santos en La Habana con respecto al tema de la lucha armada, o las políticas que aplican gobiernos como los de Correa en Ecuador y Morales en Bolivia, que si bien rinden culto a la mitología revolucionaria, en la práctica actúan en correspondencia con sus realidades nacionales.
En este sentido, si se trata ciertamente de perfilar una política para el país en su conjunto y para la economía del futuro, corresponde un papel importante también a sectores de la oposición, algunos de los cuales parecieran apostar a la profundización de una crisis que si bien se refleja negativamente en la popularidad y la gobernabilidad de Maduro, también significaría un pasivo demasiado alto en el futuro para cualquier cambio que procure el retorno a la democracia. Obviamente, el papel de la oposición es ejercer la crítica frente a los extravíos y errores de un gobierno, pero también entender hasta dónde ella no contribuye a ahondar una crisis que afecta por igual a oficialistas, opositores y fundamentalmente, a la mayoría de la población.
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