EL KING
KONG DEL MAMBO
“Mientras íbamos juntos a
almorzar al restaurant chino de la esquina de Bucare, él me hacía el cuento de
cómo compuso ‘Simpatía por King Kong’. Se detuvo de pronto y se puso a cantarla
a cielo abierto. Kiko llevaba décadas sin hacerlo en público, pero su voz
seguía siendo afinada aunque nasal y dentuda; la misma voz de sus películas
mexicanas de los años cuarenta y cincuenta”. Así cuenta Ibsen Martínez uno de sus encuentros con
Cecilio Francisco Mendive Pereira, nacido el 22 de noviembre de 1919 en el
barrio habanero de Los Sitios y mejor conocido para el mundo artístico y
musical latinoamericano como Kiko Mendive.
La vida de aquel joven que se hace cantante y
bailarín cobra fama cuando perteneciendo al conjunto “Los Jóvenes de la Crema” compone un mambo
sobre King Kong, personaje que se robaba la pantalla de los cines. Un día se
traslada a Ciudad de México y aparece al lado de Dámaso Pérez Prado, “el Rey
del Mambo”, en el cabaret “El Oaxaqueño”. El nuevo género causaba furor en el
cine, la radio y los bailes y aún no ha muerto para los melómanos de casta. Ahora
la vida de Kiko es novelada por quien compartió con él las tribulaciones de los
estudios televisivos y hubo de conocerlo además, ya castigado por la pobreza,
como recolector de yuca en el mercado de Quinta Crespo. Se hicieron amigos y por aquello de la
“jalada” lo llamaba Kiko Malanga. En esos días, quien fuera famoso personaje
cómico del cine y la televisión, no se imaginaba que estaba aportando las
claves para que Martínez construyera un sabroso texto de sólo 166 páginas:
“Simpatía por King Kong”.
Ciertamente, es una novela porque apela a la ficción,
pero también es un reportaje del mundo de la televisión y de la Venezuela de los años 80
y 90, que el 27 de enero de 1989 vivió el estallido del Caracazo y además, un agudo
vistazo crítico a los primeros días del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez,
cuando Martínez cumplía con la penitencia cotidiana de ser guionista de telenovelas.
Pero se podría leer también como un relato autobiográfico de quien ha ejercido
de manera intensa como periodista, dramaturgo, novelista, guionista de televisión,
ensayista, además de ser conocido por su elocuencia en las tertulias de la
barra.
En 1940 ya Mendive se convierte en una figura estelar
en los mejores años del cine mexicano. Carlos Fuentes, en su novela “Los años de
Laura Díaz” lo retrata como un hábil
saltarín en los escenarios de Ciudad de México. Eran también más que conocidas
sus películas al lado de las bailarinas de moda María Antonieta Pons y Ninón
Sevilla, y actuando para directores de orquestas de la talla de Luis Alcaraz,
Humberto Cané, Yoyo Casteleiro, Rafael Hernández, Miguel Pazos, Dámaso Pérez
Prado, Homero Jiménez, Silvestre Méndez, Arturo Nuñez, Memo Salamanca y Juan
Bruno Tarrasa.
En 1952 visita Caracas junto a Olga Guillot y el
pianista puertorriqueño Noro Morales para presentarse en la radio y en locales
nocturnos. Volvió a México, pero en 1956 regresó para quedarse. Su amigo y músico
Alberto Naranjo escribe: “no está claro
cómo ni por qué Mendive escogió a Venezuela para radicarse, es posible que haya
sido por la llegada de Ignacio Guerra “Cascarita” su competidor a México, cuyo
ambiente estaba ya congestionado por decenas de intérpretes parecidos (Tony
Camargo y Yeyo, entre otros) y Venezuela entonces presentaba más oportunidades,
era tierra virgen”. Ya en Caracas labora en radio, bailes y grabaciones,
populariza su imagen en televisión en el programa de RCTV “Media Jarra Musical”,
cuyo anfitrión era Luis Alfonzo Larrain al frente de su orquesta; y graba
discos además con Eduardo Cabrera, Aldemaro Romero, Chucho Sanoja y Porfi Jiménez.
Con el tiempo se refugia como “destajista” en el espacio Radio Rochela, que si bien
le generó simpatía popular, asoció su imagen a la de un simple comediante, más
bien “chabacano”.
Martínez, empleando los recursos de un buen guionista,
incorpora a Kiko Malanga al terremoto social del 89, haciendo de él parte de
los saqueos que sectores populares y de clase media realizaron en barrios y
zonas estratégicas de la ciudad. Sin
medios económicos, Kiko habría participado en la toma de una tienda de música
para apoderarse de un teclado y al ser descubierto, emprendió una huida que
después de unas horas, lo colocó en las cercanías del 23 de Enero, donde fue
alcanzado por el disparo de un francotirador. Después de una patética agonía,
habría muerto a los pocos días acompañado sólo por tres amigos que musitaban el
viejo mambo de King Kong. En el capítulo siguiente, el novelista encuentra
espacio para reconstruir los años de Kiko en Cuba y en México y el ambiente de
la música popular (de hecho Ibsen es músico) como el mambo, el guaguancó, la
salsa y también la vida de compositores y cantantes de la época, que según
Guillermo Cabrera Infante eran “desclasados sin remedio”.
“Simpatía por King Kong” es un libro que combina
diversas formas de lectura, tanto que las páginas dedicadas a la música caribeña
le permitirán al autor en los próximos días, llevarlo a un espectáculo teatral
que le mostrará al público el rescate del famoso Kiko Malanga y por supuesto,
también de Pérez Prado, el inmortal “Rey del Mambo”.
(*) En la
vida real, Cecilio Francisco Mendive Pereira, falleció como consecuencia de un
enfisema pulmonar, en el más completo estado de miseria en el Hospital
Universitario de Caracas el 5 de abril de 2000.
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