La nueva protesta
Si algún rasgo diferencia las protestas de los últimos días con las de 2002, es su contenido social. Si bien ellas comenzaron con la impugnación estudiantil a la situación de inseguridad que vive el país y la decisión de Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma de activar el rechazo político al régimen, con los días se ha tornado en una movilización de otra naturaleza. Y es lógico. De alguna manera Venezuela asiste a la comprobación del fracaso de un modelo económico.
Si bien es cierto que el elevado ingreso petrolero y el liderazgo mesiánico de Hugo Chávez permitieron sobrellevar los efectos de una política errada que conducía a la caída de la producción, al ausentismo de los inversionistas, a un alto costo burocrático y a niveles cada vez mayores de endeudamiento, en el último año estos elementos configuraron un escenario de desabastecimiento y carestía, y ya no sólo de productos de consumo básico, sino de todo tipo de artículos.
Más allá del reclamo estudiantil acompañado por factores de la sociedad civil contra la definición ideológica del régimen, las acciones que se han extendido en todo el país en los últimos días reflejan que la conflictividad social (y Venezuela desde hace varios años registra el mayor nivel de ella en América Latina) alimentan estas manifestaciones.
En consecuencia, resulta claro que sólo una rectificación de fondo o un viraje en el rumbo de la estrategia económica permitirá un regreso a un clima de normalidad en esta área, pero también en el plano social y político. Las movilizaciones estudiantiles podrían bajar de tono y la actitud de quienes promueven “la salida” podría disminuir su intensidad, pero el hecho cierto es que a corto y a mediano plazo se harán cada vez más agudas las consecuencias que las estimulan y que a la postre se reflejarán también en términos de una creciente ingobernabilidad.
En este sentido, si ciertamente las gestiones de diálogo son pertinentes y necesarias (como ocurre en un cuadro de polarización y confrontación) lo fundamental es que exista la disposición mediante acciones concretas por parte del alto nivel del régimen para producir una revisión sustancial y verdadera de las causas que generan la situación de incertidumbre y desconcierto que hoy afecta a la mayoría de los venezolanos. Sin que exista una comprensión de esta realidad, todos los esfuerzos que se hagan resultarán insuficientes.
La represión desbordada que ha protagonizado la GNB y los grupos colectivos, y también el evidente nivel de rabia en barricadas y guarimbas, no cesará por arte de magia ni por decisión de los actores enfrentados, seguirán existiendo entonces estímulos para que la violencia se convierta en la forma de expresión de un descontento social que se emparenta con el rechazo político.
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