Dilma Rousseff en Brasil enfrenta protestas que solicitan su
renuncia por recientes escándalos de corrupción. Rousseff fue reelecta el año
pasado, después de una agresiva campaña electoral, por lo que no extraña que la
Central Obrera brasileña haya convocado grandes manifestaciones en su apoyo. Rafael Correa en Ecuador
enfrenta manifestaciones en los últimos días, alguna de las cuales solicitan su
renuncia. Correa también fue beneficiado por la reelección y su gestión se
considera que ha satisfecho exigencias populares. Evo Morales en Bolivia,
tampoco se salva del malestar de sus compatriotas. Nutridas manifestaciones han
solicitado su renuncia, aunque resultó reelecto con una impresionante votación
el año pasado y su gobierno ha logrado disminuir tensiones raciales y
económicas. Correa como Morales en respuesta activaron sólidas expresiones de
masas en su apoyo. ¿Cómo se explica entonces el descontento activo de estos
sectores (aunque todavía no mayoritarios) cuyos mandatarios han sido juzgados
positivamente en recientes elecciones?. Siempre se ha dicho que las reelecciones
son una nefasta herencia de las viejas dictaduras del continente. Jóvito
Villalba solía repetir que “la reelección es la maldición histórica de América
Latina”. Ciertamente, entre otras perversiones los largos mandatos suelen
estimular el fenómeno de la corrupción y los abusos contra los derechos humanos.
¿No es el tema de la reelección lo que subyace en las protestas que invocan
situaciones coyunturales en Brasil, Ecuador y Bolivia?. Se podría decir
parodiando la célebre frase de Bill Clinton a George Bush padre: “es la
reelección, estúpido”
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