Un día como hoy (1945)
El 18 de octubre de 1945
estalla la rebelión de la Unión Patriótica Militar y un grupo de dirigentes de
Acción Democrática liderados por Rómulo Betancourt. Esa mañana el general Isaías Medina Angarita,
consecuente con un viejo hábito, atendió
desde temprano las audiencias. Desde el día anterior los mayores Marcos
Pérez Jiménez, Julio César Vargas y el capitán José Teófilo Velasco miembros de
la UPM permanecían detenidos por una delación.
En Miraflores se encontraban
dos de los principales juramentados con el movimiento: el mayor Celestino
Velasco y el capitán Miguel Nucete Paoli, que procedieron a detener a los
comandantes del palacio Marco Antonio
Valera y Luis Acevedo Jaimes. El capitán Velasco (convertido en jefe de la plaza),
ordenó al capitán Félix María Angulo formar el pelotón, abrir el parque e
informar a la tropa sobre los objetivos del pronunciamiento. A escasos minutos,
en la acera de enfrente se detuvo el automóvil presidencial. Rodolfo León
Portillo, edecán del general Medina, se
bajó para informarse de lo que sucedía. Nucete Paoli le dijo de manera
enérgica: “Miraflores está en manos de los sublevados”. Confundido, el edecán
fue al auto del presidente y con el ánimo perturbado regresó para conversar de
nuevo con Nucete, quien lo recibió con una frase airada: “dígale al general
Medina que es mejor que se retire porque Miraflores está ocupado por nosotros”.
Desde ese momento Medina inició un recorrido por las plazas militares que le
eran leales.
La noche fue de intenso
tiroteo. La Policía Municipal encabezada por el mayor Santiago Ochoa Briceño,
con el refuerzo de los civiles Rafael Cisneros, José Ramón Peña y Pedro Estrada
declaraba su lealtad al gobierno e iniciaba el ataque a Miraflores. En ese
momento el balance de las armas era abiertamente favorable al medinismo. En el
palacio, el capitán Velasco inyectaba moral a los insurrectos con una frase que
repetía casi mecánicamente: “aquí habrá muertos pero no prisioneros”. Luis Miquilena, dirigente de Unión Popular Venezolana,
acompañado por un grupo de autobuseros había tomado horas antes la
Radiodifusora Nacional y convocaba voluntarios para la defensa del gobierno.
La confusión era total para ambos bandos y sólo una lluvia de disparos quebraba
el silencio de la madrugada.
A la media mañana del 19 se selló la victoria
de los sediciosos. Un avión capitaneado por el teniente Gustavo Pérez Ojeda
sobrevoló Miraflores. El aparato descendió hasta donde lo permitió la prudencia
del piloto y dejó caer un papel atado a un tornillo. En el mensaje se daba
cuenta de la adhesión de la Aviación en Maracay a la sublevación y se pedían
instrucciones. Velasco, a través de la emisora que habían capturado sus tropas
el día anterior, articuló las claves que le permitieron a los aviones
bombardear con granadas y ametralladoras los cuarteles de la Policía Municipal,
Ambrosio Plaza y San Carlos, obligando al desalojo de este último cuyos soldados resistían
fieramente.
José Giaccopini Zárraga,
testigo y cronista de los hechos, contaba que al final de la tarde salió del
palacio para tener una idea más precisa de los acontecimientos. Parado en la
esquina de Bolero observó que un carro de color negro se aproximaba por la
esquina de Paraíso. Del interior del automóvil se bajaron Rómulo Betancourt,
Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa y entraron al Ministerio de
Guerra y Marina. Al poco rato, Betancourt arengó a las tropas, a los
reservistas y a numerosos voluntarios que se habían presentado en el lugar y
explicó las metas de un proyecto político que desde entonces se conoce como la
“Revolución de Octubre”. Esa noche bajo una luz precaria, Leonardo Ruiz Pineda
redactó el acta constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno: “Rómulo
Betancourt (presidente), Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa (secretario),
Gonzalo Barrios, Edmundo Fernández, el mayor Carlos Delgado Chalbaud y el
capitán Mario Vargas”.
Desde ese mismo instante
comenzó a deshacerse el acuerdo entre los jóvenes oficiales de la UPM y el
grupo de Betancourt. Los mayores Pérez Jiménez y Vargas no participaron en la
designación del equipo de gobierno. En ese momento, Pérez Jiménez, (la cabeza
visible de la conspiración), confesaba a Giaccopini que por estar preso su
participación había sido nula durante el desencadenamiento de la sublevación y
que no aspiraba un puesto en la Junta. Años después, confesaría al historiador
Agustín Blanco Muñoz: “yo no quise ir a Miraflores porque estaba desilusionado
de lo que veía, por las ideas que tenía esta gente”. El mayor Julio César
Vargas tampoco fue incluido porque Delgado Chalbaud alegó que no era
conveniente que aparecieran “dos Vargas” ya que su hermano Mario había sido
escogido como miembro.
La contraposición del proyecto
militarista de la UPM y los objetivos democráticos de Acción Democrática, iban
a determinar un forcejeo de tres años hasta el derrocamiento de Gallegos el 24
de noviembre de 1948; y posteriormente el establecimiento de una hegemonía
militar durante una década. A estas alturas todavía el 18 de octubre de 1945
sigue dividiendo a los venezolanos y el acontecimiento pesa demasiado para una
desprejuiciada compresión de la historia contemporánea. Existe coincidencia, en
cambio, que ese día se puso término al gomecismo y se abrieron las puertas a
los procesos democráticos.
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