GADAFI DE
CERCA
(A 4 AÑOS DE SU MUERTE)
“De pronto vi entrar a Gadafi por uno de los pasillos de
su inmensa casa de lona. Venía con su cara compungida y con cierta incomodidad
en su rostro que contrastaba con el esplendor de su vestimenta color amarillo
oro. Me extendió el brazo y nos dimos un apretón de manos. Su excelencia, hemos
sabido de su renuncia – en ese instante el frío se me subió hasta el cabello,
me sentí perdido, pero la continuación de sus palabras me calmaron – Para nosotros
es una pena que usted regrese a su país habiendo pasado tan poco tiempo entre
nosotros, ¿por qué se va usted de Libia? – preguntó reafirmando cada una de sus
palabras – ¿tiene algún problema que nosotros podamos resolver?”. El testimonio
de Alejandro Padrón, embajador del gobierno de Chávez en Libia durante dos años
es parte de un excelente reportaje-testimonio. Padrón, economista especializado
en petróleo, profesor de la
Universidad de Los Andes y escritor, dibuja un interesante
panorama de las relaciones entre los dos gobiernos en los últimos años.
El 01 de septiembre de 1969 a las 6:30 a.m. Muamar Gadafi
anunciaba en una radio de Bengasi (ciudad del oriente del país) el inicio de su
revolución. Había sido derrocado el rey Idriss al-Sanousi, quien se encontraba
de vacaciones en Turquía con la reina Fátima. Culminaba una laboriosa
conspiración en los cuarteles mientras era evidente la descomposición moral de
la monarquía y el deterioro económico y social de la población. Se cuenta que
un día en Londres el joven Gadafi y otros compañeros de academia, presenciaron
el dispendio de miembros de la monarquía en la compra de costosísimas prendas y
regalos, lo cual distaba de la pobreza de la mayoría libia. En ese momento, se
produjo un juramento que cristalizaba aquella mañana cuando Gadafi anunció:
“desde este momento Libia es una república libre y soberana que lleva el nombre
de República Árabe Libia, con la ayuda de Dios ella alcanzará los más altos
destinos”.
Apuntalado en su riqueza petrolera comenzaba un proceso
revolucionario en el mundo árabe africano. Su personalidad cambiante y
estrafalaria habría de darle forma a un liderazgo original que a partir de una
visión muy particular del Islam, perfilaba una “tercera vía” en la línea del líder
egipcio Gamal Abdel Nasser. Su verdadero objetivo (que en buena medida alcanzó)
fue convertirse en “el país referencia” de África mediante la ayuda económica a
las naciones recién salidas del colonialismo. En 1975 da a conocer el primer
volumen del “Libro Verde”, el texto que contiene su concepción particular sobre
el Estado, con lo cual pretendía diferenciar su revolución de cualquier
alineamiento internacional. En marzo de 1977 se proclamó la Gran Jamahiriya (que significa
“Estado de masas”) Árabe Libia Popular y Socialista. En ella, un congreso
popular asume el poder legislativo y un comité popular sustituye al consejo del
mando revolucionario. Su planteamiento llamó la atención entre los países
interesados en escapar de la tenaza de la Guerra Fría , y era sin duda una
propuesta mucho más atractiva que la entonces vigente del Movimiento de Países
No Alineados, estimulada originalmente por el Mariscal Tito, de Yugoslavia.
Trípoli se convirtió en una meca para los movimientos
anti-imperialistas y revolucionarios del mundo. La creciente importancia de la OPEP estimuló también el
protagonismo libio. Siendo presidente Carlos Andrés Pérez éste contaba que para
neutralizar la presión de Arabia Saudita (aliada de Estados Unidos) él solía
establecer contacto con Gadafi, Boumediene de Argelia, y el Sha Reza Pahlevi de
Irán, para impedir un aumento desmedido de la producción. Cientos de
venezolanos militantes de los partidos de izquierda que venían del fracaso de
la lucha armada, encontraron hospitalidad en la revolución gadafista. Cualquier
movimiento medianamente progresista extendía la mirada entonces hacia Trípoli
en busca de auxilio económico y político. Gadafi se convirtió en un personaje
excéntrico e incómodo para las grandes potencias, y si bien mantuvo una línea
independiente frente al Bloque Comunista abrió espacios a la preparación de grupos
terroristas.
La periodista Laura Manzanera escribe: “Tras pelearse con
Siria, declarar la guerra a Egipto, e insultar a marroquíes y jordanos, vio
truncado su sueño panarabista y lo reemplazó por el panafricanismo. Apoyó al
‘insaciable’ líder ugandés Amin Dadá y se inmiscuyó en la guerra civil del
Chad. No por casualidad la Unión Africana
germinaría en su ciudad natal: Sirte”. El ascenso al poder de Hugo Chávez en
1999 habría de encontrar un aliado natural en Gadafi. El concepto de la
“democracia directa” (que Sartre había estrenado en Cuba en los años 60) viene
siendo asumido en Venezuela en repetidas leyes destinadas a configurar el
llamado “poder comunal”. El uso de la fortaleza energética que permitió a
Gadafi robustecer su presencia en África, podría asimilarse a los planes de
asistencia petrolífera y económica de Chávez con los países latinoamericanos; y
la creación de milicias para que ejerzan un poder militar paralelo a las fuerzas
armadas convencionales (y que dicho sea de paso han demostrado su eficacia en
Libia) constituyen otros rasgos que identifican los dos procesos.
Como prueba de su solidaridad con el régimen chavista
Gadafi pisó por primera vez América Latina en el año 2009 para asistir a la
II Cumbre de América Latina – África que se
realizó en Margarita y donde sellaron un conjunto de acuerdos que estrecharon
aún más las relaciones entre ambos países. En los espacios del Hotel Hilton fue
instalada la famosa jaima (carpa) del visitante africano. Chávez en
reciprocidad es uno de los pocos mandatarios en el mundo que ha expresado apoyo
al dictador derrocado y que mantiene en solitario la idea de que la revolución
libia “todavía sobrevive”. En su libro “Yo fui embajador de Chávez en Libia”
Alejandro Padrón recuerda las últimas palabras de la conversación con Gadafi:
“Mis salutaciones al presidente Chávez, dígale que aquí cuenta con un amigo –
levantó su mano empuñada y se perdió en las profundidades de la carpa”.
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