lunes, 29 de agosto de 2016

Análisis

VENEZUELA: ¿SEGREGACIÓN O CONFRONTACIÓN?


El 28 de agosto de 1963, hace 53 años, en el Lincoln Memorial de Washington DC. Martin Luther King pronunció su célebre discurso “Tengo un sueño”. Cinco años después el 4 de abril de 1968 el líder negro fue asesinado en Memphis, Tennessee, víctima del racismo más radical. Nadie podía imaginarse que el 20 de enero del 2009 Estados Unidos sería gobernado por Barack Obama, un presidente de color nacido en Honolulu, Hawái, dos años antes del memorable discurso del líder pacifista.  Se trataba de un hecho que como escribió Teodoro Pekoff “ponía punto final casi dos siglos después a “La Guerra de Secesión”. 

La discriminación racial no había terminado pero estaba claro que los tiempos habían cambiado en Estados Unidos aunque abrían paso a otras tendencias discriminatorias religiosas, económicas, culturales e ideológicas, en violación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que garantiza que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra condición de índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o de cualquier otra condición”.

En África habrían de ocurrir hechos significativos como la desaparición del “apartheid”, aparecido en Sudáfrica en 1948 y que institucionalizó la discriminación racial como una forma de gobierno. Luego de embargos y sanciones de la ONU, en 1990 fue concedida la libertad del famoso Nelson Mandela y en  1994 una nueva constitución puso término al primitivo sistema. Proceso semejante habría de ocurrir en Rodesia con el final de un sangriento conflicto entre 1964 y 1979 que concluyó con la victoria de los rebeldes de color, también con mediación internacional, con la elección presidencial en 1987 de Robert  Mugabe.

De esta manera, cobraban vigencia los mecanismos del diálogo y las negociaciones de los organismo internacionales como las Naciones Unidas y también de las cada vez más vigorosas instancias de la sociedad civil, para combatir tipos de discriminación incluso indirectas como el maltrato a inmigrantes por razones étnicas, acoso sexual o humillantes condiciones de trabajo. En los últimos años se han acentuado conflictos territoriales, raciales y religiosos en países asiáticos y africanos, y recrudecido la confrontación terrorista en el Medio Oriente con la aparición del movimiento yihadista de El Estado Islámico. En todos estos casos se han activado las gestiones de negociadores y de países interesados en liquidar ya no sólo las expresiones de la segregación sino de las discriminaciones y los enfrentamientos de otra naturaleza. 

En América Latina en la lucha por su Independencia se desataron terribles conflictos armados e incluso en aquellos tiempos se apelaron a mecanismo de la regularización de la guerra como el Tratado firmado en 1820 entre la Gran Colombia y el Reino de España en Trujillo por Pablo Morillo y Simón Bolívar que demostró la necesidad de coincidencias mínimas. Durante los siglo XIX y XX el continente y de manera particular Venezuela padeció guerras y enfrentamientos que lógicamente determinaron bandos ganadores y perdedores con las consecuencias obvias de discriminaciones y rechazos a los vencidos pero que de ningún modo habrían de configurar la patología de la segregación racial.

Ahora mismo, en La Habana se acaba de firmar un Acuerdo de Paz entre el gobierno de Colombia y las FARC para poner término a varias décadas de una espantosa violencia determinada no sólo por razones políticas e ideológicas (tal como ocurrió con la lucha guerrillera de los años sesenta en el continente) sino que ella también tuvo explicaciones económicas como el antiguo conflicto rural por la tenencia de la tierra.

¿Pueden considerarse las tensiones políticas de Venezuela como un escenario de segregación, discriminación y división armada?  El interés demostrado por instancias como la ONU, OEA, Unión Europea, El Vaticano, Unasur, Mercosur, Celac y mandatarios de varios países por la situación nacional y la necesidad de formalizar acuerdos de gobernanza para abordar los problemas sustantivos de la nación, definen una nueva manera de intermediación que responde al contexto latinoamericano de este tiempo. La aprobación de la Carta Democrática Interamericana de la OEA en 2001 y clausulas semejantes incorporadas a otros esquemas de integración, demuestran que las diferencias y enfrentamientos, por graves que éstos sean en América Latina, responden ante el tratamiento de la conciliación y los acuerdos. En el caso venezolano existe una diferencia a favor de ello y es que los factores en pugna conviven en espacios comunes como gobernaciones, alcaldías, consejos regionales y la Asamblea Nacional, y apelan igualmente a los mecanismos establecidos en el orden constitucional.

LA CONDICIÓN DE ESCALANTE

Francisco Suniaga, internacionalista y escritor cumplió tareas en un equipo de la ONU en el conflicto de Timor Oriental en Asia a comienzo del 2000 y recuerda que “las negociaciones, los acuerdos y las coincidencias forman parte de la guerra misma desde la Antigüedad” y en este sentido destaca el acuerdo de paz de Colombia firmado esta semana en La Habana como desenlace de una larga y costosa lucha guerrillera por cuanto sus conclusiones serán sometidas al voto popular mediante un futuro plebiscito y porque además se consagra que los grupos guerrilleros podrán organizarse en partidos políticos y tener las garantías propias del ejercicio constitucional. El especialista destaca, “que si bien en Venezuela han existido expresiones de discriminación política durante las dictaduras incluso en gobiernos hegemónicos democráticos y en el curso del actual proyecto socialista nunca ellas han tenido tal gravedad para compararse con lo ocurrido en otros países”. El autor de la conocida novela “El pasajero de Truman” sobre la frustrada candidatura presidencial de Diógenes Escalante para la transición democrática en 1945 y a propósito de la situación que se vive actualmente recuerda que éste en sus conversaciones con Medina Angarita y con Rómulo Betancourt y Raúl Leoni para formar un gobierno de consenso, había puesto una primera condición: “darle de comer a los venezolanos”. Ocurrió hace 71 años.             


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