VENEZUELA: ¿SEGREGACIÓN O
CONFRONTACIÓN?
El
28 de agosto de 1963, hace 53 años, en el Lincoln Memorial de Washington DC.
Martin Luther King pronunció su
célebre discurso “Tengo un sueño”. Cinco años después el 4 de abril de 1968 el
líder negro fue asesinado en Memphis, Tennessee, víctima del racismo más
radical. Nadie podía imaginarse que el 20 de enero del 2009 Estados Unidos sería
gobernado por Barack Obama, un presidente de color nacido en Honolulu, Hawái,
dos años antes del memorable discurso del líder pacifista. Se trataba de un hecho que como escribió
Teodoro Pekoff “ponía punto final casi dos siglos después a “La Guerra de
Secesión”.
La
discriminación racial no había terminado pero estaba claro que los tiempos
habían cambiado en Estados Unidos aunque abrían paso a otras tendencias
discriminatorias religiosas, económicas, culturales e ideológicas, en violación
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que garantiza que “toda
persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración
sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política
o de cualquier otra condición de índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o de cualquier otra condición”.
En
África habrían de ocurrir hechos significativos como la desaparición del
“apartheid”, aparecido en Sudáfrica en 1948 y que institucionalizó la
discriminación racial como una forma de gobierno. Luego de embargos y sanciones
de la ONU, en 1990 fue concedida la libertad del famoso Nelson Mandela y en 1994 una nueva constitución puso término al primitivo
sistema. Proceso semejante habría de ocurrir en Rodesia con el final de un
sangriento conflicto entre 1964 y 1979 que concluyó con la victoria de los
rebeldes de color, también con mediación internacional, con la elección presidencial
en 1987 de Robert Mugabe.
De
esta manera, cobraban vigencia los mecanismos del diálogo y las negociaciones de
los organismo internacionales como las Naciones Unidas y también de las cada
vez más vigorosas instancias de la sociedad civil, para combatir tipos de
discriminación incluso indirectas como el maltrato a inmigrantes por razones
étnicas, acoso sexual o humillantes condiciones de trabajo. En los últimos años
se han acentuado conflictos territoriales, raciales y religiosos en países
asiáticos y africanos, y recrudecido la confrontación terrorista en el Medio
Oriente con la aparición del movimiento yihadista de El Estado Islámico. En
todos estos casos se han activado las gestiones de negociadores y de países interesados
en liquidar ya no sólo las expresiones de la segregación sino de las
discriminaciones y los enfrentamientos de otra naturaleza.
En
América Latina en la lucha por su Independencia se desataron terribles conflictos
armados e incluso en aquellos tiempos se apelaron a mecanismo de la
regularización de la guerra como el Tratado firmado en 1820 entre la Gran
Colombia y el Reino de España en Trujillo por Pablo Morillo y Simón Bolívar que
demostró la necesidad de coincidencias mínimas. Durante los siglo XIX y XX el
continente y de manera particular Venezuela padeció guerras y enfrentamientos
que lógicamente determinaron bandos ganadores y perdedores con las
consecuencias obvias de discriminaciones y rechazos a los vencidos pero que de
ningún modo habrían de configurar la patología de la segregación racial.
Ahora
mismo, en La Habana se acaba de firmar un Acuerdo de Paz entre el gobierno de
Colombia y las FARC para poner término a varias décadas de una espantosa
violencia determinada no sólo por razones políticas e ideológicas (tal como
ocurrió con la lucha guerrillera de los años sesenta en el continente) sino que
ella también tuvo explicaciones económicas como el antiguo conflicto rural por la
tenencia de la tierra.
¿Pueden
considerarse las tensiones políticas de Venezuela como un escenario de
segregación, discriminación y división armada?
El interés demostrado por instancias como la ONU, OEA, Unión Europea, El
Vaticano, Unasur, Mercosur, Celac y mandatarios de varios países por la
situación nacional y la necesidad de formalizar acuerdos de gobernanza para
abordar los problemas sustantivos de la nación, definen una nueva manera de
intermediación que responde al contexto latinoamericano de este tiempo. La
aprobación de la Carta Democrática Interamericana de la OEA en 2001 y clausulas
semejantes incorporadas a otros esquemas de integración, demuestran que las
diferencias y enfrentamientos, por graves que éstos sean en América Latina, responden
ante el tratamiento de la conciliación y los acuerdos. En el caso venezolano
existe una diferencia a favor de ello y es que los factores en pugna conviven
en espacios comunes como gobernaciones, alcaldías, consejos regionales y la
Asamblea Nacional, y apelan igualmente a los mecanismos establecidos en el orden
constitucional.
LA CONDICIÓN DE ESCALANTE
Francisco
Suniaga, internacionalista y escritor cumplió tareas en un equipo de la ONU en
el conflicto de Timor Oriental en Asia a comienzo del 2000 y recuerda que “las
negociaciones, los acuerdos y las coincidencias forman parte de la guerra misma
desde la Antigüedad” y en este sentido destaca el acuerdo de paz de Colombia
firmado esta semana en La Habana como desenlace de una larga y costosa lucha
guerrillera por cuanto sus conclusiones serán sometidas al voto popular
mediante un futuro plebiscito y porque además se consagra que los grupos
guerrilleros podrán organizarse en partidos políticos y tener las garantías
propias del ejercicio constitucional. El especialista destaca, “que si bien en
Venezuela han existido expresiones de discriminación política durante las
dictaduras incluso en gobiernos hegemónicos democráticos y en el curso del
actual proyecto socialista nunca ellas han tenido tal gravedad para compararse con
lo ocurrido en otros países”. El autor de la conocida novela “El pasajero de
Truman” sobre la frustrada candidatura presidencial de Diógenes Escalante para
la transición democrática en 1945 y a propósito de la situación que se vive
actualmente recuerda que éste en sus conversaciones con Medina Angarita y con
Rómulo Betancourt y Raúl Leoni para formar un gobierno de consenso, había
puesto una primera condición: “darle de comer a los venezolanos”. Ocurrió hace
71 años.
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