lunes, 10 de octubre de 2016

Análisis

COLOMBIA: ACUERDO DE PAZ O ACUERDO NACIONAL



¿Podría esperarse un voto contrario a la paz en el plebiscito celebrado en Colombia el 2 de octubre? Hasta quienes se juegan la vida en las guerras suelen hacerlo invocando la búsqueda de la paz y la reconciliación. No debería extrañar entonces el resultado de la votación sobre los Acuerdos de Paz entre el gobierno de Santos y la dirigencia de las FARC luego de casi cuatro años de negociaciones en La Habana y refrendados el 26 de septiembre en Cartagena.

Contrario a lo sucedido, las encuestas días antes auguraban la victoria del “SÍ” reflejando un ambiente que contaminaba la vida de los colombianos. Las cifras de la consulta (50.25% en contra y 49,78% a favor) una diferencia de menos de un punto y con la participación del 37% del electorado, reveló que la paz no era propiamente “la manzana de la discordia”. Para el elector común estaba en juego el deseo de superar un conflicto que compromete al Ejército y a los guerrilleros, pero cuya víctima es la población en su conjunto.

La noche del domingo 2 de octubre la reacción inicial de unos y otros fue coincidente y contraria a las respuestas que en las pruebas electorales suelen tener ganadores y derrotados. En este caso, los bandos exaltaron un triunfo largamente esperado a favor de la paz y que abría el camino para nuevos compromisos en el futuro. El expresidente Álvaro Uribe, jefe del Centro Democrático y líder de la votación por el “NO” en sus primeras declaraciones celebró la victoria pero subrayando que la paz no estaba en juego y que su partido estaba dispuesto a propiciar un acuerdo nacional más allá de la confrontación bélica para enfrentar de manera conjunta los retos del país.

El presidente Santos exaltó los resultados pese a su prédica a favor del “SÍ” como una manifestación del pueblo colombiano en función de la pacificación y aceptó iniciar conversaciones con sus opositores, de manera especial con el expresidente Uribe con quien había roto relaciones, incluso personales, desde el 2011. La expectativa mayor se centraba en las respuestas del grupo guerrillero, desde La Habana hasta que su vocero, Rodrigo Londoño “Timochenko”, lamentó la pequeña diferencia contraria en la votación y reafirmó la intención de las FARC de continuar la lucha a favor de la paz y la vigencia de los Acuerdos. El resultado de la votación y las reacciones de los protagonistas del conflicto ponían en claro que en ella no estaba en discusión la paz ni solo el cese de la guerra sino diferencias puntuales como “la justicia transicional” y excesivas concesiones a los guerrilleros incluso de orden económico.

Curiosamente, el rechazo a la propuesta cocinada en La Habana y considerada como un importante logro en materia de negociaciones internacionales antes que estimular diferencias y acentuar la polarización política, ahora alrededor del asunto se abre un proceso de encuentros, conversaciones y posibles acuerdos, que con las modificaciones del caso reafirmen la intención y los contenidos del documento negado en las urnas.

Los efectos en la política interna han sido inmediatos. El miércoles 5 de octubre en el Palacio de Nariño, Santos y Uribe se dieron la mano después de seis años. El expresidente y su exministro de la Defensa en los tiempos difíciles contra las FARC, coincidieron en la conveniencia de reajustar los tratados pero también en explorar nuevos espacios para la construcción de un acuerdo nacional. El cruce de manos de los dos líderes fue seguido de reuniones de las comisiones designadas por ambos para avanzar también de manera concreta en asuntos ya no sólo sobre la tragedia guerrillera sino también para la reunificación social de los colombianos.

Los voceros de las FARC han insistido que se mantengan los acuerdos iníciales toda vez que la consulta plebiscitaria no tuvo carácter vinculante en términos constitucionales, pero aseguran que no apelaran nuevamente a las armas. Un planteamiento que ratifica que con la firma en La Habana y luego en Cartagena después de 52 años, el grupo guerrillero renunció al uso de los fusiles y se sumó a la lucha política constitucional.

EL NUEVO ESCENARIO

 Sin duda, el resultado del plebiscito introdujo significativos cambios en la política colombiana. Álvaro Uribe al frente de su partido Centro Democrático pasa a tener un mayor protagonismo que hasta ahora y es reconocido por el propio Santos como un actor fundamental en las jornadas que se avecinan entre ellas las elecciones presidenciales del 2018, en las cuales si bien el exmandatario no puede asumir la candidatura quien logre hacerlo con su apoyo arrancaría con posibilidades de victoria.

Santos tiene el mérito histórico de haber conducido exitosamente un proceso de paz con la guerrilla lo que no habían logrado presidentes anteriores, pero su gestión conoce ahora, por otras razones, una severa caída de su popularidad y el reconocimiento de su gestión, y hasta ahora no cuenta (él tampoco podría ser reelecto como Uribe) con una opción atractiva para la futura contienda presidencial.

Las FARC en cambio, registran una situación más comprometida. Su participación en el diálogo, lo cual habían hecho con otros mandatarios en el pasado, en este  caso se facilitó por el peso de la derrota militar del movimiento subversivo, y de alguna manera las negociaciones implicaban su “tabla de salvación” para la sobrevivencia política al permitirle convertirse en partido reconocido para el debate constitucional. Ahora, si bien insisten en la necesidad de la paz las modificaciones que se hagan a los Acuerdos disminuirían necesariamente las ventajas que habían obtenido de este no haber sido negado; y al mismo tiempo las posibilidades de retomar las armas y apostar nuevamente a la guerra se darían en un contexto en todos los órdenes abiertamente  desfavorables.


Paradójicamente, el rechazo al Acuerdo de La Habana abrió el camino para acentuar la paz entre los colombianos; las conversaciones gobierno y oposición continuarán y sus actores se muestran optimistas en los resultados; la dirigencia de las FARC no podrá abandonar todavía la capital cubana y luce sin una agenda viable; Uribe conoce de nuevo, como en sus buenos tiempos, el favor mediático y Santos, quien habría sido el gran derrotado en la contienda, el viernes 7 de octubre vivió la satisfacción de ser honrado, tal como lo esperaba, con el Premio Nobel de la Paz 2016.         

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