“LA ENSALADA RUSA DE TRUMP”
El
ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, ofrece varias
lecturas, que de alguna manera alteran la tradición gubernamental
norteamericana. Trump no es un político en el sentido convencional ni construyó
su carrera conforme a los parámetros de la política de Washington.
Si
bien es más conocido como empresario,
tampoco puede considerarse como representante del paradigma del emprendedor
norteamericano que en muchos casos se vieron obligador a la conducción de su
país. El
nuevo mandatario podría considerarse más bien como la expresión de los
liderazgos llamados “populistas” a falta de un término más preciso y que
expresan ideas contradictorias y un estilo que se acerca más a las extravagancias
de la “farándula y el reality show”.
Su
victoria que no parecía inicialmente que expresaba los cambios que se están produciendo
en la política mundial y de modo especial en Estados Unidos. Se trata del
abandono de las ideas, de las definiciones conceptuales, de las propuestas
programáticas. Ahora más bien insertas en un impredecible cambio cultural que
se registra en muchos países del mundo pero que no auguran elementos de
estabilidad ni progreso sino más bien de riesgos y peligros.
Basta
con haber observado el lenguaje de Trump a lo largo de la campaña para concluir
que se trata de una típica “ensalada rusa” a la cual el mandatario debió ser
asiduo en sus años mozos. Es
comprensible que se exalten los valores nacionales de un país y tratándose de Estados
Unidos que es la primera potencia mundial, ello con más razón. Pero Trump ha
sido todo lo contrario en su comportamiento electoral, aunque algunos analistas sostienen que no
siempre las travesuras y disparates propios de las campañas suelen traducirse
en obras de gobierno.
Algunos
casos, sin embargo, generan preocupación. Las numerosas y nutridas protestas
generadas el día de su toma de posesión dentro y fuera de Estados Unidos no son
un dato cualquiera. Revelan que existe un rechazo y en todo caso una severa
reserva a lo que podría depararnos el futuro en manos de un gobernante poco
dado a la sensatez y a la moderación.
Es
cierto que en Estados Unidos funciona una democracia madura, que tiene
eficientes contrapesos para contrarrestar los delirios presidenciales y que su
hegemonía mundial la impone un comportamiento moderado y realista de sus
élites, pero también es cierto que un personaje como Trump podría desatar, sino
de manera permanente, ciertas situaciones incómodas y peligrosas para la
población norteamericana pero también para la población mundial. Hoy más que
nunca enfrentada a dramáticas e inciertas definiciones. Ojalá Trump con los
años no siga con su enfermiza adicción infantil a la gustosa “ensalada rusa”.
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