La gloria del Panteón Nacional
El Panteón Nacional no siempre ha sido el
refugio mortal de los grandes héroes de la patria. Por lo demás, el concepto de
venezolanos “excepcionales” y como tal merecedores de la “gloria eterna” fue fundamentalmente
estimulado por la prosa romántica de los historiadores de la Independencia.
Muchos venezolanos desarrollaron tareas mucho más modestas que la guerra y
exhibieron cualidades durante su vida, que también lo hicieron merecedores a
este reconocimiento.
Vale un ejemplo: El 19 de marzo de 1820 en el Consejo del
Estado Aragua, nació José Jesús González, hijo de una esclava quien muy joven
se incorporó a los grupos guerrilleros que operaban en tierras aragüeñas y
llaneras. Se hizo famoso por su actuación en la llamada “insurrección
antiesclavista” encabezada por Ezequiel Zamora. En los combates era conocido
como “el agachado” porque era característico su grito cuando iba a emprender un
ataque: “Por aquí muchachos, agachaditos”.
En aquellos tiempos fue combatiente al lado
de Joaquín Crespo y en una batalla en las cabeceras del río Chirgua cayó
abatido por las fuerzas del general Facundo Camero. El odio desatado entonces
hizo que su cadáver fuera rechazado por el cura de San Francisco de Tiznado, abandonado
y enterrado en un monte cercano. Con los años Joaquín Crespo fue Presidente de
la República y en un gesto de lealtad con su compañero de lucha y de riesgos, junto a otro combatiente llamado Zoilo
Medrano, fueron llevados al Panteón Nacional, donde hoy descansan sus restos. Un
acto de justicia.
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