martes, 9 de mayo de 2017


Análisis 


LA CONSTITUYENTE: ¿PARA QUE?

El presidente Nicolás Maduro formalizó el miércoles 3 ante el Consejo Nacional Electoral la solicitud para la activación de un proceso constituyente tal como lo anunciara el 1 de mayo. El mandatario apeló para ello a los artículos 347,348 y 349 de la Constitución Nacional Bolivariana y anuncio una “amplia consulta” con todos los sectores del país para definir las bases comiciales y la organización de una nueva Asamblea. Según el mandatario la iniciativa buscaría “ganar la paz” y se basaría en los siguientes puntos: ampliar el sistema económico; incluir las misiones; seguridad y justicia; nuevas formas de democracia; defensa de la soberanía; identidad cultural; garantía del futuro y cambio climático.
El mismo día la plenaria de la Asamblea Nacional rechazo el anuncio presidencial y exigió al Poder Electoral, al Tribunal Supremo de Justicia y al Poder Ciudadano abstenerse de avalar una “iniciativa fraudulenta”. También hizo un llamado a la Fuera Armada Nacional a respetar el marco jurídico-institucional previsto en la Constitución, “no atendiendo órdenes superiores que lesionen derechos humanos y menoscaben principios constitucionales”.
El presidente de la AN Julio Borges viajo a Washington el día siguiente para entregar al Secretario General de la OEA Luis Almagro copia de la declaración así como también la negativa del cuerpo a la anunciada salida de Venezuela del organismo internacional. En la misma línea se pronuncio la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y los principales líderes opositores que consideran que con esta convocatoria el Presidente “busca ganar tiempo mientras se posponen aun más las elecciones de alcaldes y gobernadores previstas para este año”. 
El tema constituyente ha sido una constante en la historia venezolana y particularmente en las últimas décadas, tanto que desde 1811, con el firma de La Declaración de la Independencia se han aprobado 26 constituciones además de numerosas Enmiendas y Actas Constitucionales que buscaban legalizar frecuentes cambios de gobierno mediante insurrecciones victoriosas así como la perpetuación en el poder de los dictadores. Incluso en los 27 años del gobierno de Juan Vicente Gómez se aprobaron siete (7) cambios constitucionales de acuerdo a la conveniencia del dictador y que no implicaban el tradicional llamado  “a  la refundación del Estado “.
Es 1946 cuando se convoca a la primera Asamblea Constituyente democrática durante el mandato de la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt cuando se abren paso a la modernidad política venezolana al otorgar el voto directo, universal y secreto a las mujeres y analfabetas consagrando además derechos sociales que venían siendo exigidos desde hacía mucho tiempo por sectores democráticos. El derrocamiento de Rómulo Gallegos en 1948 y la convocatoria a una Asamblea Constituyente en 1953 que resulto ilegitima una vez que el resultado electoral, que favorecía  a las planchas de URD partido liderizado por Jóvito Villalba, fuera desconocido por el Ejercito, dio paso a la dictadura de Pérez Jiménez.
A la caída del dictador el 23 de Enero de1958 se retomó lógicamente el tema de la legitimación constitucional del proceso de transición democrática. El Presidente de la Junta Provisional  Wolfgang Larrazábal asomó  la idea de la Constituyente mientras que la dirigencia política de entonces (Betancourt, Villalba, Caldera y Machado) se inclinó por otorgarle el mandato al nuevo Congreso Nacional que se elegía ese año para elaborar una nueva Constitución tomando en cuenta el cuadro de turbulencia e incertidumbre política que caracterizaba ese momento; de esta manera nace la Constitución de 1961, que durante 38 años sirvió de base al sistema democrático.

UN TEMA DE CHÀVEZ

El tema constituyente volvió ser reinstalado en el debate nacional a raíz del fracasado Golpe de Estado de Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992 que si bien no tuvo éxito en el plano militar puso en claro los signos del agotamiento de un modelo político que requería del refrescamiento y el cambio. El propio presidente Carlos Andrés Pérez hablo de la posibilidad de una Constituyente pero finalmente se inclinó por una Comisión de Reforma Constitucional presidida por Rafael Caldera que por unos meses trabajó en temas que años después habrían de ser retomados en la Constitución Nacional Bolivariana de 1999.   En aquellos días que condujeron a un nuevo intento Golpe de Estado el 27 de noviembre del mismo año y que meses después, aunque alegando razones distintas, obligó a la renuncia de Pérez de la Presidencia era demasiado evidente que se imponía una respuesta mucho más eficaz ante el creciente desgaste del esquema bipartidista de gobierno.
En vísperas de las elecciones de 1993 Osvaldo Álvarez Paz entonces candidato presidencial de COPEI propuso incluir en la tarjeta de votación,   (tal como ocurrió en Colombia en 1990 durante el gobierno de Cesar Gaviria) una pregunta que implicaría la activación del mecanismo constituyente. Luego, durante su campaña presidencial Chávez convirtió el asunto en una propuesta fundamental de un futuro gobierno, tal como ocurrió una vez electo en 1998 cuando a los poco meses se eligió la Asamblea para elaborar y aprobar la Constitución vigente.

Chávez debería enfrentar ya como gobernante el reiterado llamado de sectores de la oposición partidarios del instrumento constituyente ante la grave polarización y conflictividad que marcaron los primeros años de su gobierno. Últimamente y ante el agravamiento a la situación nacional se ha actualizado la pertinencia de activar una consulta de este tipo. Con su iniciativa, ahora Maduro se aprovecha de un planteamiento que era propio de sus críticos y cuyo desenlace, dado el clima de opinión que se percibe en las calles, no resultaría favorable a su estrategia. Lo cierto es que la Constituyente ya no es sólo una respuesta para la refundación o cambios sustanciales de un Estado sino también la fórmula más democrática para enfrentar crisis terminales de gobierno. En este, caso habría que recordar que en estos escenarios su convocatoria requiere de un consenso mínimo entre los factores en pugna para que pueda tener la viabilidad necesaria. De otro modo, contrariamente a lo que se busca podría ser un elemento que estimularía la confrontación en todas sus fases, y ese, precisamente, parece ser el pronóstico más cercano a la situación que vive Venezuela 

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