martes, 8 de mayo de 2018

ANÁLISIS
20-M: LO QUE SE JUEGA CON EL VOTO
MANUEL FELIPE SIERRA
                En el escenario de las elecciones convencionales el 20-M se trataría de una consulta para elegir Presidente de la República y en este caso además diputados regionales, de acuerdo a las reglas propias del juego electoral. Es decir, los votos consagrarían la reelección de Nicolás Maduro para un período constitucional de seis años o favorecerían, según las encuestas, a Henri Falcón candidato de una alianza opositora que ha presentado un programa de gobierno que implicaría un cambio significativo en las políticas implementadas en los últimos años, inicialmente por Hugo Chávez y desde el 2013 por su sucesor Nicolás Maduro. De esta manera, en la votación estará en juego un asunto de mayor entidad y complejidad que la acostumbrada alternancia en cuarenta años de democracia.
Desde 1998 con la elección de Hugo Chávez hasta el presente, es decir a lo largo de 19 años, se ha prolongado más que un gobierno o una administración burocrática, un proyecto de cambios sustanciales en la política y la economía. El mandatario fallecido resultó ganador apuntalado en la propuesta de cambio denominada “Revolución Bolivariana”, que a partir de la nueva constitución aprobada en 1999 definió un rumbo distinto al desarrollado durante décadas pasadas por los gobiernos de la democracia representativa encabezados por gobernantes de Acción Democrática (AD) y COPEI y se propuso además impulsar avances en materia política como la llamada “democracia participativa y protagónica” y una gestión económica emparentada con lo que luego se definió como el “Socialismo del Siglo XXI”.
Un proceso que lógicamente habría de estimular un conflicto ideológico, de fondo y no la simple relación gobierno y oposición; y que desde los años 2001, 2002, 2003 y 2004 ha planteado una polarización política con etapas de violencia y un abierto desencuentro de dos posiciones irreconciliables en la población venezolana. Ahora mismo, la escogencia presidencial ha estado precedida en los años 2016 y 2017 de enfrentamientos de calle, de sangrientas protestas y represión con saldos de muertos, heridos y enormes daños materiales, tanto que ha despertado la atención y la preocupación de la comunidad internacional (de instancias y de países) y que ha planteado la urgencia de un diálogo entre los factores envueltos en la confrontación en busca de acuerdos mínimos de convivencia para la gobernabilidad y en el entendido que no se trata de la pugnacidad convencional sino de dos visiones y dos modelos distintos de asumir el manejo del Estado y el rumbo del país.
FUTURO INCIERTO
De esta manera, la realización de las elecciones del 20-M una vez fracasados los intentos de negociaciones y de haberse producido una fractura aún sin solución de los poderes públicos; y tampoco sin que exista el interés expreso de ambos sectores en facilitar con la votación un clima propicio para entendimientos, sino todo lo contrario con la ausencia de la MUD (el polo mejor organizado de la disidencia) en la consulta, y además con la denuncia de ilegitimidad del proceso asumida por la OEA, la Unión Europea, Estados Unidos y 18 países latinoamericanos, ella debiera considerarse más bien como un episodio más de un grave desencuentro ya de carácter histórico.
La consulta se realizará también en el marco de una crisis económica y social sin paralelo en América Latina y que para voceros de organismos del exterior podría considerarse como una “de las más graves del mundo”, lo cual la convierte en una competencia excepcional que la diferencia de la simple lucha por el voto popular. En consecuencia, de producirse la reelección de Maduro o la elección de Falcón, sin que medie un acuerdo previo para una alternancia armónica y civilizada, el evento podría convertirse desgraciadamente para los intereses del país, en un nuevo pretexto para acentuar lo que de alguna manera puede considerarse ya como una forma de guerra civil prolongada.
COMPROMISO SUPERIOR
Si meses atrás la iniciativa del diálogo era pertinente y necesaria, en vísperas del 20-M ella se torna mucho más urgente e imperativa. Una reelección de Maduro sin que exista un compromiso mínimo para el restablecimiento de la gobernabilidad y una sustancial rectificación de las políticas económicas y sociales significaría prolongar en el tiempo un cuadro crítico que ya se torna insoportable, no sólo para los agentes políticos sino dramáticamente para el ciudadano común. Del mismo modo, la elección de Falcón quien con acierto ha definido su mandato como “de transición y unidad nacional” debería sustentarse en un acuerdo de respeto y comprensión por parte del oficialismo derrotado. ¿Es ello posible en solo dos semanas que faltan para la votación? ¿Está la dirigencia política, ganada por el sectarismo y la intransigencia, en capacidad de entender que por encima de intereses y ambiciones, que en otro momento resultarían legítimas, ahora se trata de responder a una exigencia superior de la sociedad venezolana? Ese y no otro es su compromiso con el pueblo y con la historia.
NI LUZ NI AGUA
                Ninguna región del país escapa en los últimos días a los cortes del suministro de agua y los apagones de energía eléctrica. En la mayoría de los casos, según las autoridades, ello obedece al robo de tubos, cables de fibra óptica y diversos materiales en instalaciones de Hidrocapital, CORPOELEC y también en las refinerías de PDVSA que estarían siendo saqueadas desde hace ya tiempo por mafias especializadas y que operan con complicidad en el exterior. De ello ser cierto, habría que concluir que el hampa organizada tiene mayor capacidad operativa y cuenta con un apoyo incluso más amplio que los propios organismos policiales del Estado. Otro dato alarmante de la inédita crisis venezolana.

@Manuelfsierra

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