COLOMBIA:
CONSERVADORES Y LIBERALES YA NO DECIDEN
El día de hoy, 17 de abril,
Colombia acude a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, luego de
una intensa campaña que reafirmó las tendencias registradas en la primera
votación el 27 de mayo, en torno a Iván Duque del Centro Democrático, ahora
reforzado con el apoyo del Partido Conservador y otras organizaciones de
centro-derecha y Gustavo Petro del Movimiento
Colombia Humana, derivación del Movimiento Progresistas al frente de una
alianza de partidos y personalidades de izquierda. Los precandidatos Sergio
Fajardo (Polo Democrático Alternativo, Alianza Verde y Movimiento Compromiso
Ciudadano) que obtuvo la tercera posición con fuerte impacto en las clases
medias al igual que Germán Vargas Lleras (Partido Cambio Radical y Movimiento
Mejor Vargas Lleras) anunciaron el voto en blanco, ambos en la primera vuelta
obtuvieron caudales electorales que se consideraban importantes para la
decisión final a favor o en contra en las dos candidaturas polarizadas.
Varios hechos significativos definen la segunda
consulta: desaparece la histórica competencia entre los partidos Liberal y
Conservador y emergen nuevas referencias, que si bien algunas provienen del
seno de ambos actúan en alianza con factores emergentes y con propuestas
programáticas diferentes. Duque, cuyo triunfo pronostican todas las encuestas
de manera irreversible con 51 por ciento de los sufragios y Petro con alrededor
del 38 por ciento (el voto en blanco se ha convertido en tendencia y se estima
el 10 por ciento), surgirán a partir de hoy como los ejes de la política de
Colombia. Duque, alumno del expresidente
Álvaro Uribe, deberá actuar sin embargo en el marco de nuevas exigencias como
la ratificación o reajuste de los acuerdos de paz con la Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) firmados durante el gobierno de Juan Manuel
Santos; decidir si continua o se cancela la negociación con el Ejercito de
Liberación Nacional (ELN) que ahora se celebra en La Habana y enfrentar el tema
de las relaciones con Venezuela seriamente agravadas por el creciente éxodo de
nativos hacia ciudades del vecino país; además de definir nuevas políticas
económicas ante el incremento de los cultivos de droga, la violencia política
que arroja y en lo que va del año el asesinato de 98 líderes sociales, y los
tradicionales niveles de desigualdad que castigan a los sectores de menores
ingresos.
Petro, el primer líder de izquierda que
polariza la disputa presidencial y que según los sondeos obtendría la mayoría
en Bogotá y en los estados de la Costa del Pacifico, ha prometido una oposición
menos radical en función de encuentros con sectores de la sociedad civil para
abordar los temas fundamentales de la problemática nacional; y seguramente también como una estrategia
para acumular fuerzas independientes en función de venideros eventos. Duque,
sin embargo, deberá atender al llamado “caso Venezuela” ante el cual Santos mantuvo
una postura radicalmente crítica y sin negar incluso la posibilidad de un
conflicto armado. El futuro presidente también consecuente con la predica de
Uribe llegó a prometer recientemente “que llevaría a Maduro ante la justicia
internacional”, Petro, que durante la campaña fue acusado de vinculaciones con
el chavismo, dado su pasado como guerrillero del M-19 ha coincidido en que la
situación venezolana requiere de medida mucho más directas y concretas que las
consabidas exhortaciones de los organismos multilaterales. Mañana amanecerá y
veremos.
¿CAMBIO EN
EL GRUPO DE LIMA?
El resultado de la reciente
Conferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), convocada por
Estados Unidos a través de su Secretario de Estado Mike Pompeo y la gestión
directa del Vicepresidente Mike Pence, para aprobar la exclusión de Venezuela
del organismo, la cual no pudo lograrse al no alcanzar la moción de los votos
necesarios, parece haber provocado un cambio en la estrategia del Grupo de Lima
en relación a la crisis venezolana. Esta
semana, el canciller chileno, Roberto Ampuero, (quien fue uno de los más
activos y críticos en la reunión de Washington) declaró que para su gobierno “los
venezolanos son los únicos responsables de resolver sus problemas” y que el
Grupo de Lima procura “una solución negociada, pacífica, política y de
diálogo”. En la misma dirección se
pronunció el canciller de Brasil, Aloysio Nunes, quien aseguró que su país “se
opone a cualquier tipo de intervención en Venezuela y que, aunque el gobierno
de Maduro no es democrático, la salida debe de ser negociada, de buena fe y
entre todos los actores políticos”. Mientras que, el Presidente de Costa Rica,
Carlos Alvarado, sostiene que “medidas unilaterales no creo que sean las que
corresponden en este caso”. Sin duda se trata de un cambio en la percepción de
los países latinoamericanos en torno a la evolución de la crisis venezolana que
hasta hace dos semanas se basaba en acentuar sanciones y restricciones así como
la aplicación de la Carta Democrática Interamericana.
SANGRE EN
NICARAGUA
Luego de 57 días de protestas que
han causado hasta la fecha 148 muertes y miles de heridos según el Centro
Nicaragüense de Derechos Humanos, la oposición decidió entre otras medidas
convocar un paro nacional de 24 horas y reforzar las acciones para la salida de
Daniel Ortega. Una crisis que en otro contexto no pasaría de ser un mecanismo
legitimo de presión, en el caso de Nicaragua asume otras características en un
país que durante décadas ha vivido
cruentos períodos de guerra civil. Lo que comenzó como el rechazo a un
decreto que elevaba el costo de las pensiones de seguridad social, de acuerdo a
recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), y que por cierto fue
revocado inmediatamente, ahora se reproduce la histórica confrontación violenta
de los países centroamericanos y de modo especial en la tierra de Sandino, no
solamente entre policías y manifestantes sino entre las “turbas sandinistas”de
Ortega y grupos armados generalmente vinculados a la delincuencia y el trafico
de drogas, al margen de la conflictividad puramente política. Augusto César
Sandino, “El general de hombres libres, en los años treinta, sembró en los
nicaragüenses la frase: “Yo quiero patria libre o morir”.
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