martes, 4 de septiembre de 2018



LA DIÁSPORA: PROBLEMA O SOLUCIÓN

La Unión Europea a través de su vocera Federica Mogherini anunció que se elevará el compromiso diplomático con Venezuela y los países vecinos dada la gravedad de los flujos migrantes y por la situación humanitaria venezolana; el Jefe de Gobierno español Pedro Sánchez de visita en varias naciones del suramericanas,  propuso que se adopte un sistema de “reparto de cuotas” entre los países receptores; al mismo tiempo los gobiernos de Brasil, Ecuador, Perú y Colombia reunidos en Bogotá acordaron medidas frente al problema y también el presidente brasileño Michel Temer firmó un decreto para desplegar las Fuerzas Armadas en el estado limítrofe de Roraima. Son apenas  algunas de las noticias que registran los medios de comunicación ante la que se considera el mayor éxodo de Latinoamérica en los últimos 50 años, y que hoy alcanzaría entre 3 y 4 millones de personas y que en los últimos dos años habría aumentado en 895 por ciento. ¿Cómo se explican los niveles de una diáspora que no obedece a las consecuencias de una guerra, de una devastadora catástrofe natural y que se origina además en el principal país productor de petróleo y ejemplo durante décadas de la convivencia democrática, notables avances en la seguridad social y un ingreso per cápita  de los más importantes del continente? De allí que el fenómeno lógicamente llame la curiosidad y la atención internacional.

Si  bien en los últimos años se venía registrando una fuga de profesionales altamente calificados, expertos e investigadores universitarios principalmente hacia Estados Unidos y algunos países europeos, en la última década creció el traslado de empresarios e inversionistas hacia Panamá y República Dominicana como destino preferido, pero en los últimos cinco años, con la caída de los precios del petróleo, la expectativa creada con la muerte de Hugo Chávez, la reducción de gastos asistencialistas como los famosos “raspacupos”, el comienzo de un período de agudo desabastecimiento y el disparo que apuntaba hacia altos niveles de hiperinflación hicieron crecer la tendencia a abandonar el país, y ahora por amplios sectores sociales básicamente en los países fronterizos de Colombia y Brasil los cuales atendían ya urgencias de trabajo informal y necesidades sanitarias, agravadas por alarmantes cifras de violencia delictiva, de conflictividad política y  también la falta de perspectivas alentadoras sobre la posibilidad de un cambio de la situación país. Los sangrientos sucesos de calle de los años 2013 y 2017 y el impacto cada vez más demoledor del alza de precios de productos y servicios explican en buena parte, que en los dos últimos años la diáspora haya cobrado proporciones parecidas a lo que ocurre con el fenómeno en los países africanos y asiáticos y su grave impacto en la vida europea.

Solo signos ciertos de recuperación económica, del ejercicio democrático con el cese de la polarización política y planes eficaces para abordar el “caos social” podrían estimular el retorno de buena parte de los emigrados sobre todo de aquellos países que también viven azotados por la violencia y la desigualdad social. Tomás Páez profesor universitario, estudioso de tema migratorio y autor del libro “La voz de la diáspora venezolana” en un reciente artículo polémico señalaba: la evidencia confirma que la inmigración contribuye a un mayor crecimiento económico, al aumento de la productividad, la innovación y difusión tecnológica, de allí que tenga sentido el concepto de que “la diáspora no es el problema, es la solución y hace que carezca de sentido cualquier psicosis antiinmigración”. 

SIN LUZ NI AGUA

Esta semana en dos oportunidades las calles de la capital fueron ocupadas por marejadas de hombres, mujeres y niños expulsadas del Metro y del transporte público por apagones que afectaron incluso el manejo de celulares. Una marcha que recuerda los documentales sobre las enormes corrientes humanas que se desplazan por fronteras africanas y en algunos países asiáticos y que se repite casi cotidianamente en el interior del país. Basta con recordar que Maracaibo, la histórica capital petrolera vive en tinieblas desde hace unos meses, sin contar con la oscuridad que reina en la mayoría de las ciudades de la provincia. Un cuadro que se hace mucho más crítico si  a ello se añade que existen poblaciones que desde hace meses no reciben el suministro de agua, dos servicios en manos de empresas del Estado. Ya bastan las denuncias sobre la ineficacia de las políticas aplicadas en el caso para garantizar la electricidad y el agua, o la responsabilidad de agentes terroristas que se apoderan de conexiones de cables y líneas de transmisión con fines políticos o para exportar materiales de alta cotización en otros países. Ambos razonamientos pueden ser ciertos, como lo es la incapacidad operativa de los organismos oficiales que están obligados a proteger la vida de la población y más aún en el caso de dos suministros básicos cuyas fallas afectan además la más sencilla actividad económica, lo cual añade  otro elemento no menos graves a la actual crisis nacional.

“APAGÓN INFORMATIVO”

En la última semana diez medios de comunicación dejaron de funcionar en una cifra que se viene repitiendo en meses pasados. Durante un tiempo ello se atribuyó a la falta de suministro de papel a precios preferenciales, por razones de discriminación política, ahora se trata también del precio y la carencia de otros insumos para la producción del periodismo impreso, además de la caída  de la publicidad y los promedios de venta al público. Las recientes medidas económicas han tenido un severo rebote en las finanzas de las empresas, especialmente aquellas que en condiciones ya precarias venían funcionando en ciudades del interior. Las operaciones del periodismo digital, al cual han drenado los diarios  también enfrentan dificultades como consecuencia de las últimas medidas que supuestamente estarían destinadas a elevar la producción y la productividad. Mientras voceros de los gremios vaticinan incluso un probable “apagón informativo” el presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) Gustavo Mohme declara: “la situación de la libertad de prensa en Venezuela es extrema y los que hacen periodismo son héroes”.

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