El prestigioso periodista
estadounidense Drew Pearson en su columna “Carruosel de Washington” reseña en
abril de 1943: “Era mayo, pero la
temperatura de Moscú estaba en cero grados. Sin embargo, el Embajador Concheso
no sintió frío en el Kremlin. Solamente dos oficiales cuidaban a Stalin. Un
oficial recibió al diplomático a la entrada del edificio y lo escoltó hasta la
oficina de Stalin, ahí fue recibido por otro oficial que lo llevo el resto del
camino. No había mayor pompa o ceremonia. Stalin no resulto ser fiero sino
amable y gentil. Sus ojos, de acuerdo con el embajador Concheso, eran profundos
y penetrantes, pero con arrugas de humor en las esquinas.”, Aurelio Fernández
Concheso era el embajador de Cuba en Washington y designado simultáneamente
como representante diplomático en Moscú. Los rusos en ese momento pensaban en
una postguerra que incrementara sus relaciones con América Latina, lo cual no
disgustaba al propio Roosevelt. El embajador venia de una exitosa carrera política
y diplomática, y había conocido a líderes como Churchill, Eisenhower y al mismo
Hitler, además de ser uno de los personajes más influyentes en la política cubana
desde los años 30’s. Pocos como él podrían sacar a la luz episodios históricos desconocidos
o deliberadamente tergiversados. A propósito de los 70 años del fin de la
Segunda Guerra Mundial, su hijo, Aurelio Fernández Concheso Mulet (conocido dirigente
empresarial, asesor de FEDECAMARAS y CEDICE, radicado en Venezuela desde hace
varios años), ha publicado “El Diplomático
(De la Gran Depresión a la Guerra Fría)”, un libro de memorias, a veces biográfico
del padre y autobiográfico del autor, que subraya la trayectoria de un político,
diplomático y docente universitario de sólido prestigio continental. Un texto
escrito en lenguaje transparente y acompañado por valiosos documentos de la época,
que de otra manera permanecerían condenados al olvido. Un merecido homenaje.
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