27N: LA MASACRE DEL CANAL 8
La intentona golpista del 4 de febrero
de 1992 encabezada por Hugo Chávez, fue conjurada en pocas horas pero sus
consecuencias políticas habrían de persistir en el tiempo y el gobierno de Carlos
Andrés Pérez entraba en una onda de
ingobernabilidad. La conspiración logró acumular el mayor poder de fuego que se recuerde en las
rebeliones militares venezolanas y dejó en claro el resquebrajamiento de la
estructura castrense. La acción se insertaba
además en una sostenida tensión política, si bien los indicadores económicos
reflejaban una línea de crecimiento.
Chávez se convertía milagrosamente en una figura
emblemática para la izquierda radical y para quienes venían apostando desde
hacia meses al colapso del modelo democrático. El discurso de Rafael Caldera en
el Congreso aquella mañana introdujo una variable en las expectativas
electorales para la escogencia presidencial del año siguiente. El expresidente advirtió
entre otras cosas: “Hay un entorno, hay una situación grave en el país y si esa
situación no se enfrenta, el destino nos reserva muchas y muy graves
preocupaciones”. Un reporte de la
AFP del 10 de febrero tomaba el pulso de la opinión pública:
“A cinco días de la asonada que estuvo a punto de quebrar el régimen
democrático venezolano, muchos de sus líderes parecen compartir sin reservas
una conclusión: La democracia y los partidos deberán recuperar el afecto
popular o las tribulaciones apenas habrán comenzado”. Los oficiales golpistas
en sus declaraciones insistían en que la causa de la intentona habían sido la
corrupción y los privilegios de las jerarquías militares. Recogiendo una
exigencia nacional, Pérez designó un Consejo Consultivo presidido por Ramón J.
Velásquez, que a los días presentó una primera evaluación sobre el cuadro
político y propuso un conjunto de recomendaciones para transmitir confianza a
la nación.
Las propuestas, sin embargo, fueron rebasadas por la dinámica de los
acontecimientos. Durante todo el año 92 la oposición pasó a la ofensiva y
cobraron fuerza los llamados del grupo “Los Notables”, que mediante comunicados
y declaraciones planteaban la renuncia de Pérez como un requisito para superar
el vacío político. Se replantaba también la conveniencia de convocar a una
Asamblea Constituyente y el propio mandatario declaró que esta vía de ninguna
manera estaba descartada.
En un creciente cuadro de rumores el ministro de la Defensa , Fernando Ochoa
Antich, citó a Fuerte Tiuna al secretario general de COPEI, Eduardo Fernández para
darle cuenta de la gravedad del momento y de la conveniencia de que el
principal partido opositor ingresara al gobierno para fortalecer el sistema
democrático. La mayoría de la dirección copeyana rechazó el planteamiento, pero
en una reunión crucial, el expresidente Luis Herrera Campíns explicó que era el
momento de hacer un sacrificio en aras de la estabilidad democrática, tal como
lo había hecho Caldera durante el gobierno de Betancourt frente al peligro
golpista.
Humberto Calderón Berti e Ignacio Moreno León fueron a
los ministerios de Relaciones Exteriores y al Fondo de Inversiones para apuntalar
el gabinete, pero a los tres meses
debieron abandonar los cargos ante el convencimiento de que la situación tendía
a complicarse. Ya estaba en marcha una nueva conspiración. Los contralmirantes
Hernán Gruber Odremán y Luis Enrique Cabrera Aguirre, el general de la aviación
Francisco Visconti, el coronel del ejército Higinio Castro, el capitán de
fragata Ramón Rodríguez Chacín, y el mayor de la
FAN Carlos Salima encabezaban un plan
conspirativo, y sostenían reuniones con sectores independientes para la
constitución del “Movimiento Cívico-Militar 5 de julio”. Las organizaciones de
izquierda Bandera Roja y Tercer Camino (dirigido por Douglas Bravo) también se
incorporaron a la estrategia subversiva.
Hugo Chávez, preso en Yare, se sumó a la conspiración con
un proyecto propio que consistía en aprovechar el pronunciamiento en marcha
para fugarse del penal y presentarse a Venezolana de Televisión, cuya toma se
consideraba prioritaria y transmitir desde allí su mensaje bolivariano. La
operación fue encomendada a los capitanes Antonio Rivero y Francisco Ameliach,
quienes grabaron un mensaje del prisionero. El grupo original también había
realizado grabaciones desde un improvisado estudio en el CCCT para dar a
conocer una junta militar presidida por el contralmirante Gruber Odremán ante
la negativa de varios civiles a integrarla. La asonada fue planificada
inicialmente para el 4 de octubre y pospuesta en varias ocasiones por
diferencias entre los promotores y Chávez; y ante la constatación de que
habían ocurrido delaciones. En la
madrugada del 27 los contralmirantes Gruber Odremán y Cabrera Aguirre se
declararon en rebeldía en el Museo Histórico Militar de La Planicie , se procedió a
la toma de VTV y se activó el grupo de aviadores comandado por el general
Visconti.
Cuando
el capitán de corbeta J. R. Osío Reyna llegó al Canal 8 con los vídeos que
anunciaban la Junta Militar, se encontró que la planta había sido tomada por grupo
de atacantes encabezados por el capitán Jesse Chacón. Los vigilantes José
Guillermo Rueda y José Vegas fueron asesinados brutalmente y desde el Estudio 1
se transmitía el video con el mensaje de Chávez por un grupo de civiles que
hacían llamados a la rebelión. A las 8 de la mañana el Canal fue rescatado por
un comando de la Guardia Nacional ,
y durante la refriega se registraron numerosos muertos y heridos, además de considerables
daños a las instalaciones. Horas
después, cuando comenzaron los vuelos de los aviones rebeldes sobre Caracas, ya la intentona había fracasado técnicamente. A las 4 de la tarde los jefes golpistas se rindieron y otros comprometidos
escaparon a Perú donde fueron recibidos por Alberto Fujimori como perseguidos
políticos. Las cifras oficiales hablaron de 171 muertos (142 civiles y 29
militares) y las extraoficiales de 300 víctimas y de 95 militares heridos.
Quinientos oficiales y suboficiales fueron arrestados junto con 800 soldados
sin rango y 40 civiles; de ellos sólo 196 fueron llevados a un tribunal
militar; 97 fueron condenados y el resto fueron absueltos. Una semana después la Corte Suprema de Justicia anuló
los juicios y al cabo de un año fueron liberados plenamente por los gobiernos
de Ramón J. Velásquez y Rafael Caldera.
Excelente articulo,,,prevalecieron intereses particulares de políticos del momento contribuyeron a la gestación de una impunidad aberrante que ha socavado la ley y la justicia, y trucaron de paso el crecimiento de la economía e hicieron posible que los Golpistas se hicieran del Poder...estamos viviendo las consecuencias
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