Eran los años setenta, y agitado
como siempre, Daniel Santos llega al bar “Ánfora de Oro” en los Chaguaramos
para filmar una escena de la película “El inquieto anacobero” que dirigía César
Cortéz. Un reciente cuento de Salvador Garmendia publicado en “El Nacional” sobre
la vida del cantante borinqueño había provocado un escándalo, incluso judicial.
Le pregunto: “Daniel ¿porque te llaman “anacobero”?, y él responde: “Muy
sencillo, yo pertenezco a los Ñañigos de la santería Abakuá, y “anacobero”
quiere decir “diablo” en ella. Los cubanos por mi carácter, según ellos siempre
agitado, me bautizaron como el “inquieto anacobero”, es decir, que soy “diablo”
dos veces”. “Daniel, tu eres sin duda el cantante más popular de América Latina”.
Guarda silencio, piensa y dice: “Yo diría más bien del Caribe”, “¿Y porque del
Caribe?” le digo, “Porque yo soy un cantante de los puertos y ¿qué es el Caribe?
mar y puertos”; “Una explicación muy sencilla, caballero”. Daniel, sonríe y
toma el ron de costumbre para afinar la voz.
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