El cielo de Maracay parecía
un inmenso hangar. Aviones militares y aeroplanos de variados tamaños se
cruzaban en arriesgadas maniobras. Charles Linberg había sido huésped años
antes de Juan Vicente Gómez, y el dictador solía interesarse en las noticias
sobre los cambios que sufría la aviación durante la “Gran Guerra”. Justamente una
misión alemana entrenaba en la ciudad a los aspirantes a pilotos y ayudantes.
Carlos Otto Meyer Baldó, había nacido en Maracaibo de ascendencia alemana, y
desde muy joven se incorporó a la fuerza aérea germana, participando en riesgosas
operaciones junto a pilotos de la época, como el famoso “Barón Rojo” y recibiendo
la Cruz Hanseática por el valor demostrado en los combates. Meyer regresó al país
en 1921. Su prestigio fue reconocido por Gómez, quien lo envía a Estados Unidos
para especializarse en el manejo de naves no militares. Como era lógico regresa
con las más altas calificaciones en los cursos de “Viajes de Estudio”. El 27 de
noviembre de 1933, un biplano Stearman C-3B realizó maniobras que alarmaron a
la población aragüeña, el aparato no soportó las piruetas, se deformó el plano
superior derecho y se reviró una de sus alas, entró en barrena y cayó en
espiral en los terrenos que actualmente ocupa la Avenida Las Delicias: su piloto
Carlos Otto Meyer Baldó. La noticia llego a Alemania y Adolf Hitler y su Ministro
de Aviación Herman Goering (que fue el último comandante de Meyer Baldó en el llamado
“Circo Volador”) enviaron una comisión presidida por el Barón Wilhem von
Birntner a rendirle honores de guerra. Un busto de Meyer Baldó se destaca en el
Museo Aeronáutico de Maracay.
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